Durante un año completo, desde febrero hasta febrero siguiente, tuve el privilegio de sumergirme en el rico mundo natural de la provenza . Esta experiencia que me aportó tantas vivencias y amigos hace que sienta esta organizaciòn como mi hogar de aquí al fin de mi dias.
Desde el momento en que llegué, fui recibido por un grupo diverso y apasionado de voluntarios:
Charlotte, Douglas, Gaetan y Fabian. Juntos, formamos una pequeña familia, unidos por nuestro amor
compartido por la naturaleza y nuestro compromiso con la conservación. Estuvieron con nosotros además
la familia de gatos que habita el lugar: Mommy, Quennie y Bobby; los que me acompañaron desde mi primer hasta mi último dia.
A medida que los días se alargaban y la primavera comenzaba a despertar, nos sumergimos en una
variedad de actividades, desde las contorsiones durante la búsqueda de la escurridiza rata de agua entre la
densa vegetación hasta la última revisión de las cajas-nido del año anterior, para asegurarnos de que esa
primavera las carracas las hiciesen su hogar.
Cada tarea, por más pequeña que pareciera, me ofreció una nueva oportunidad de aprendizaje y
descubrimiento. Capturar red en mano para marcar y recapturar la hermosa mariposa Diane durante el
inicio de la primavera se convirtió en una de mis actividades favoritas, al mismo tiempo comenzamos a
explorar a fondo la reserva natural haciendo numerosos censos de reptiles y anfibios, cada placa que
levantamos nos regalaba una sorpresa.
Más adelante conforme avanzó la primavera la carraca llegó y comenzamos a trabajar duramente en el
que fue mi principal proyecto, hacer un seguimiento de las poblaciones de carraca. Ubicamos las cajas
nido donde las carracas posaron sus huevos y anillamos a todos los polluelos y adultos que pudimos. Así fue como durante los siguientes meses mi tarea fue explorar la Provenza en su máxima plenitud
descubriendo asi los paisajes y las aves más bellas que vi en mi vida.
A medida que los meses pasaban y el verano daba paso al otoño, nuestra labor no disminuía. Gabor y
Pierre se incorporaron al equipo y nos sumergimos en el anillado de golondrinas por la noche y otras
especies de aves por la mañana, mientras continuábamos con los censos y la preparación de las cajas-nido para la siguiente temporada. Cada día nos presentaba nuevos desafíos y nuevas oportunidades de
crecimiento, tanto personal como profesional.
Pero más allá de las actividades científicas, lo que hizo que mi tiempo aqui fuera verdaderamente especial fueron las relaciones humanas que formé y el sentido de comunidad que compartimos. Cada comida compartida cada conversación alrededor del fuego por la noche, nos acercaba más como grupo y fortalecía nuestro vínculo como equipo.
En resumen, mi tiempo en mi organizaciòn de acogida fue mucho más que una experiencia científica; fue un
viaje de autodescubrimiento, crecimiento personal y conexión con la naturaleza y con los demás. Cada día
me recordaba la belleza y la fragilidad de nuestro mundo natural, renovando mi compromiso con la
protección del medio ambiente y fortaleciendo mi determinación de seguir contribuyendo a su
preservación. La organizaciòn no solo me enseñó sobre la importancia de la conservación, sino también sobre la
importancia de la comunidad y el amor por la naturaleza. Me dio además la oportunidad de construir
vínculos con tipos de personas muy diferentes a los que me había cruzado en mi vida y de las que extraje
muchisimos aprendizajes. La Paciencia de Timothé, el amor de Gaetan por la naturaleza, la curiosidad de
Douglas, la bondad de Charlotte, el humor de Pierre o las ganas de aventura de Gabor. Queda  un pedacito de mi y me llevo conmigo un pedacito de todos los que la integraron y espero algún dia no muy lejano poder volver allí.