Me encanta contar que nací en una isla llamada Tierra del Fuego, que se encuentra en el sur de Argentina  porque acoge muchas personas de diferentes ciudades de la argentina, y se considera un lugar multicultural. Es por ello que, desde el principio, nunca tuve un sentimiento de absoluta  pertenencia a una provincia o a una forma de hacer las cosas. Pero, al llegar aquí, pensando que  tenía un background colorido en cuanto a lo cultural, me di cuenta que no hay nada más bonito  que relacionarse con personas que han nacido, crecido y aprendido lo mismo que yo, pero en  caminos completamente diferentes. Aquí he sido capaz de compartir con personas  completamente diferentes aprendiendo desde el respeto nuestras diferencias. 

Hace un año, vine a Malta a realizar un voluntariado para enseñar arte en una escuela de yoga  y meditación. Y fue aquí que hice uso de todas mis herramientas de comunicación corporal que  he aprendido a lo largo de mi vida con mi madre, que es hipoacúsica desde que nací. Fue aquí donde comencé a entender que los gestos y las formas son lo más importante en la  comunicación y que el nivel de la lengua que se hable allí, nunca le gana al saber de la  comunicación no verbal. 

A día de hoy, puedo decir que mis resultados han superado mis expectativas, ya que trabajar con  niños de Malta e inmigrantes me ha enseñado a sentirme mucho más segura de mí misma,  a aprender muy rápido como llevar adelante una clase y a detectar y resolver problemas de una  manera efectiva y práctica. Trabajar con niños inmigrantes para mi ha sido inaudito, ya que me he  encontrado en momentos en donde me he dado cuenta en dónde estaba y qué estaba haciendo.  Y por supuesto el valor de aquello que estaba entregando. 

Aquí me volví a conectar con el arte de manera completa, no sólo eso, sino que este voluntariado  me ha dado las herramientas para poder crecer como artista y como persona que puede enseñar  arte. Aquí he tenido el tiempo, los elementos y el espacio para mejorar mis habilidades artísticas.  El centro nos dio clases de yoga y meditación los martes. Didi Tapomaya, quien forma parte del centro, me dio clases personalizadas para iniciarme en el arte de meditar y para mi fueron un  antes y después, una de las cosas más bonitas que voy a recordar que me dijo acerca de la  meditación fue que la meditación es como un edificio el cual construyes y se destruye con cada  pensamiento que dejas entrar, pero lo vuelves a edificar. 

Durante mi voluntariado aprendí que me gusta trabajar en equipo y me he visto llevando a cabo  una gran cantidad de proyectos y acciones en tiempos de muy baja energía, debido a la pandemia, las restricciones, la vacunación y el miedo en general que se vive por la incertidumbre.  Es por ello que pude verme como líder que alienta y empuja a los equipos para que logren los  objetivos. 

Mi perspectiva de Europa, por supuesto, cambió muchísimo, me hizo darme cuenta que no hay  nada más bonito que las raíces y es muy importante conservarlas para poderlas compartir. Hoy  me siento más segura de mí misma, completamente segura al hablar y al comunicarme. Y sobretodo, ser capaz  de poder liderar equipos multiculturales y en diferentes idiomas. 

Tengo claro que las experiencias internacionales enriquecen y enseñan mucho. Pero haber tenido la oportunidad de trabajar para una organización sin fines de lucro para mi ha sido mi herramienta para enseñar todo lo que he aprendido en cuanto a la sostenibilidad y poder así  crear mi empresa que nació poco a poco en cada clase y que ahora me vuelvo a España con un  gran proyecto para desarrollar: MENOStrash.