Llegué a Luxemburgo en medio de una tormenta de nieve, sorprendente incluso para los organizadores, y debido a ello con muchos retrasos en los vuelos. Unas 4 horas después de lo previsto, cerca de las 2 de la mañana llegué al alojamiento, donde me habían dejado una llave en una caja para que entrara.
Al día siguiente conocí a mis 11 compañeros, y estuvimos todo el día solos, ya que los organizadores nos habían dejado comida, pero debido a la tormenta de nieve no
pudieron comenzar el primer día de entrenamiento con nosotros. En los siguientes días conocimos el alojamiento (un chalet con la cocina en otro edificio, casi todo en muy
buenas condiciones) y ya la semana siguiente salimos del alojamiento para conocer dónde se realizan normalmente las tareas de nuestra organización de acogida y nos hicieron un tour por la zona. Además, hubo varias actividades en grupo que nos ayudaron a conocernos mejor.
Hemos trabajado la mayor parte del tiempo realizando un animal (a nuestra elección) que contara una historia relacionada con los
derechos humanos (de los cuáles nos comentaron algunas cosas durante la preparación).
En este taller conocimos a los artistas que nos ayudarían, que junto a ellos estuvimos la mayor parte del tiempo haciendo estos animales con materiales reciclados.
Quizá pueda sonar tedioso, pero esto formó una rutina muy interesante, donde cada uno pudo distribuirse el tiempo a su manera para la creación de la obra en cuestión.
Un día hicimos una excursión muy interesante: fuimos a una “tienda” (entre comillas, ya que no hay que pagar) de materiales reciclados para poder inspirarnos y elegir
algunas cosas más para nuestros animales. Ese mismo día, por la tarde, asistimos a (a mi entender) la mejor actividad de toda la experiencia: visitamos la exposición fotográfica “The Family of Man”, de Edward Steichen, con un tour guiado magnífico. Esa exposición y su historia realmente consiguió que me inspirara, no solo de cara a la creación que tenía entre manos, sino en mi vida diaria.
La última semana terminamos nuestros respectivos animales, y el último día realizamos una prueba de estos con una clase de niños de habla inglesa, donde pudimos mostrarles los animales y explicarles la historia de cada uno de ellos. Lo cierto es que fue vital para
esta experiencia, ya que en el futuro estos animales servirán a la organización para hablar a los niños sobre los derechos humanos, y esta prueba salió a las mil maravillas,
puesto que los niños se fueron muy contentos.
Ese mismo día por la tarde, se realizó una exhibición de los animales para cualquier
persona interesada, y fue emocionante ver alrededor de 70 personas apreciando nuestro trabajo, desde los propios artistas que estuvieron con nosotros durante el proceso hasta personalidades de la ciudad como el que había sido alcalde de esta durante 20 años. Fue un cierre perfecto a la experiencia.
Claramente hubo situaciones difíciles, y, por ejemplo, el hecho de que el alojamiento esté a una hora en transporte público del taller al que había que asistir todos los días, es un engorro y algo que puede hacer que la experiencia se viera un poco empañada.

También considero que en parte las expectativas han jugado un papel decisivo en la experiencia, ya que todas las personas en mi grupo íbamos pensando que haríamos
amistades o por lo menos nos llevaríamos muy bien con el resto, mientras que, por una cosa u por otra no ha sido así. Al principio realizamos un ejercicio de poner en una pizarra cuáles eran nuestras expectativas, y al final las revisamos en otro ejercicio de feedback, para darnos cuenta de que muchas de las que teníamos para con el grupo
(hacer amistades, crecer juntos, ser una familia, etc.) no se habían cumplido.
Personalmente he estado muy cansada durante gran parte de la experiencia, específicamente en cuanto al resto de personas en el grupo se refiere, ya que teniendo 25
años y viviendo sola desde hace 3, compartir casa con otras 11 personas, de las cuáles la
mayoría no saben hacer ninguna tarea de la casa, y tampoco se interesan por aprender, ha sido extremadamente AGOTADOR. Me he sentido la mayor parte del tiempo como la madre de 11 críos, y es algo que no le recomiendo a nadie. Quizá además por eso,
mientras veía como algunas personas sí hacían amistades, yo me sentía cada vez más sola.
Respecto a la organización, los mentores fueron geniales, siempre atentos a resolver nuestras dudas (dentro de sus posibilidades), y puedo decir que hoy en día me llevo mejor con alguno de ellos que con mis compañeros. Como contra podría decir que mis compañeros muchas veces no pedían siquiera permiso para faltar al taller, y la organización, aunque sí les comentara que no debían hacer eso, no hacía nada para evitarlo, restando un poco de seriedad a mi parecer. Incluso, uno de mis compañeros
estuvo faltando casi la mitad de los días al taller, y cuando se encontraba en el taller no hacía absolutamente nada, sino que los artistas (que se suponía que estaban para darnos consejos y ayudarnos a cosas concretas) acabaron por hacerle todo el trabajo.
A pesar de los puntos negativos, los fines de semana pude viajar y conocer no solo Luxemburgo, sino también los alrededores, y aunque lo hice sola, pude visitar museos,
y realizar actividades que de otra manera no podría haberlo hecho.
En general considero que la experiencia ha sido buena, ya que soy una persona positiva, y creo que he crecido, he conocido otras culturas y me he inspirado mucho; pero no repetiría este tipo de convivencia ya que claramente no funciona al no tener personas responsables como compañeros.