Convocatoria Italia abierta en el mismo proyecto que Lucía
Soy Lucía Ramos Marcos. Tengo 23 años. He nacido y vivido con mis padres y mi hermano pequeño durante 18 años en Astorga, una pequeña ciudad monumental de la provincia de León; durante mi etapa universitaria, desde los 18 hasta los 22, he residido en la ciudad madrileña Alcalá de Henares.
Allí, he estudiado la carrera de Estudios Ingleses y el Máster de Formación de Profesorado, con especialidad en inglés en la Universidad de
Alcalá (UAH).
Actualmente estoy desarrollando un proyecto de voluntariado europeo (EVS) en el sur de Italia que dura 9 meses, desde septiembre de 2018 hasta junio de 2019. Vivo con junto con otros voluntarios de diferentes países en Molfetta, una ciudad de aprox. 60.000 habitantes situada al norte de Bari, capital de Puglia.
El voluntariado sin embargo lo realizo en Bisceglie, la siguiente ciudad después de Molfetta, de unos 50.000 habitantes, en la escuela media “Riccardo Monterisi”. Esta escuela acoge 700 estudiantes de entre los 10 y los 13 años, que se dividen en tres cursos: “prima media”, “seconda media” y “terza media”.
Además de las 5 horas diarias de clase que tienen de 8:00 a 13:00 de lunes a sábado, por las tardes algunos de ellos tienen la posibilidad de estudiar distintos instrumentos musicales.
VOLUNTARIOS Y ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS
Como he dicho al inicio, esta fantástica experiencia en Molfetta la comparto con muchos voluntarios de distintos países tanto de la unión europea: Alemania, España, Luxemburgo, Francia y Austria; como de fuera: Georgia, Turquía, Rusia, Bielorrusia, Serbia, Túnez y Chipre.
Vivo en un apartamento en primera línea de playa (se puede ver el balcón en una foto más abajo) junto con una rusa, una bielorrusa y alemana con la que también voy a la escuela.
En este aspecto creo que también he tenido suerte ya que somos las cuatro muy limpias y organizadas, por lo que no hemos tenido problemas serios de convivencia.
Aunque la casa es muy fría y está un poco más alejada del centro de la ciudad que otras, es la más grande y luminosa. Lo único que he echado en falta, sobre todo al principio, ha sido el microondas, cortina en la ducha y una mesa de estudio.
Me siento realmente afortunada ya que normalmente en cada ciudad hay 2 o 3 voluntarios pero aquí hemos sido en todo momento un gran grupo, a pesar de que algunos se han ido y venido durante mi estancia. Esto nos ha permitido pasar organizar y participar todos juntos en actividades complementarias muy divertidas como por ejemplo juegos culturales,
cineforum, un coro navideño, un curso de homofobia junto con profesores locales, un taller de cocina típica molfettese con gente anciana, noches internacionales y un curso de buceo que nos dará la posibilidad de hacer una campaña contra el plástico en los océanos bajo el agua.
Además, de vez en cuando hacemos planes por nuestra cuenta como cenas
internacionales, viajes, fiestas, etc.
PAIS, CULTURA Y COMIDA
Si ya antes de empezar esta aventura estaba enamorada de Italia, su idioma, su cultura y su gente, ahora incluso más. Siempre había querido vivir en Italia, especialmente en el sur.
A pesar de que la gente dice que es un caos y que no existe respeto de las reglas como puede haber en otros países más civilizados del norte, yo doy mucha más importancia a otras cosas que nunca faltan en este país, como el buen clima, la actitud de la gente, la amabilidad, la hospitalidad y el respeto a la hora de tratar a los demás.
Es increíble la hospitalidad con la que los italianos te acogen desde el primer momento, haciéndote sentir como en casa.
Otra cosa que vale la pena destacar es la comida. Es sorprendente la pasión con la que los italianos hablan de sus platos típicos, se ve que sienten verdadero amor por su pasta, su pizza, su focaccia barese, sus amados panzerotti, su marisco, ect. Incluso los niños en el colegio tienen todo el día la comida en la mente y en la boca; nos cuentan paso a paso todas las recetas de la zona con euforia.
A cualquier hora del día, tienen una excusa para comer algo; siempre dicen “mangia che ti fa bene”. Gracias a la estrecha amistad que he hecho con gente local, he tenido la oportunidad de conocer muchas costumbres típicas, así como de probar casi todos los platos de la zona.
Algunas profesoras del colegio nos han tratado como madres desde el principio y nos han invitado a su casa, donde hemos probado comidas exquisitas, incluyendo la mozzarella di bufala, que es uno de los quesos más buenos que existen.
También en el taller de cocina que hemos hecho con gente anciana de Molfetta, hemos aprendido a cocinar recetas como panzerotti o uova ciambotto. Yo a cambio he hecho muchas tortillas (ya puedo considerarme experta jaja). Después de este año, me atrevo a decir que como en Italia y España no se come ni se vive en ningún sitio.
REGIÓN Y LOCALIDAD DEL VOLUNTARIADO
Como bien he dicho antes, el país enamora, pero es que además he
tenido la suerte de venir a una de las regiones más bonitas. Puglia,
también conocida como “el tacón de la bota” está llena de ciudades y pueblos con encanto, cultura, tradiciones, dialectos (uno diferente en cada pueblo) y arte.
Durante mi estancia, he visitado Trani, Andria con su Castel del Monte, Biscelie (la ciudad donde trabajo), Bari, Polignano a Mare, Monopoli, Ostuni, Lecce, Alberobello (ciudad único y muy particular), Brindisi, Otranto, Leuca, Gallipoli y Taranto. He visto también Matera, que aunque forma parte de la provincia de Basilicata no está muy lejos; es la capital de cultura de 2019 y definitivamente una de las ciudades más mágicas que he visto.
Aparte de Puglia, he aprovechado además estos meses para hacer algunos viajes a otras ciudades como Milán, Como, Nápoles, Malta, Budapest o Cagliari. Algunas porque nunca había estado, otras para reencontrar amigos y hacer un poco de turismo.
En Nápoles estuve además una semana entera al inicio del proyecto para hacer el “on-arrival training” junto con otros voluntarios que están repartidos por Italia. Aprovecho para decir que no se me ha dado la oportunidad de hacer el “mid-training” por problemas internos de la agencia nacional italiana, a pesar de que era uno de mis derechos como voluntaria.
Finalmente, decir que estoy contentísima de haber vivido en Molfetta, que es una ciudad con un puerto y un centro histórico fantásticos (como se puede ver en las fotos más abajo), donde cada día se puede disfrutar de un atardecer distinto a la vez que mágico y que aunque sea un pueblo donde no hay mucho ambiente nocturno y juvenil, está muy cerca de Bari, la capital de la provincia, donde puedes encontrar todo tipo de tiendas, bares y gente joven universitaria, incluidos muchos estudiantes erasmus españoles.
OCIO, VIDA SOCIAL Y AMISTADES
Durante estos nueve meses, he aprovechado mi tiempo libre para explorar ciudades, hacer millones de fotos, probar platos italianos que es sin duda mi comida preferida, salir de fiesta como buena española y hacer todas las
actividades posibles.
Si tengo que destacar un problema de esta zona es la dificultad para moverse de un sitio a otro sin un coche. Los transportes públicos son un desastre: los trenes son escasos, los autobuses impuntuales y con malas conexiones, los taxis en Molfetta (ciudad de 60.000 habitantes) inexistentes y lógicamente, no hablemos de uber o blablacar, que si lo mencionas a una persona local te puede responder preguntando qué tipo de comida es esa.
Como dato curioso, aquí todo el mundo usa coche pero nadie usa cinturón y llevan a los bebés en brazos en el asiento del copiloto.
Puedo decir que yo he tenido suerte porque he conocido a un grupo maravilloso de amigos de Molfetta que siempre en sus planes tanto a mí como a mis mejores amigas (otras dos voluntarias, una turca y mi compañera de piso alemana), llevándonos y trayéndonos a casa en coche.
Nos han llevado a patinar sobre hielo, al centro comercial, a sus casas de campo a hacer pizza en el horno de piedra, a jugar a los bolos y a muchos bares de la zona a tomar algo, hablando y bromeando cada noche.
Finalmente, una de las cosas que más ilusión me ha hecho son las visitas de familia, mis amigos españoles y los reencuentros con amigos italianos o mi amigo egipcio que no veía desde hace años.
EL COLEGIO
La “scuola media Riccardo Monterisi” es el primer año que acoge voluntarios, pero tanto los alumnos como los profesores nos han recibido desde el primer día con los brazos abiertos.
Todos los niños han sido super cariñosos conmigo durante todo el año; me dan besos y abrazos, me saludan felices todas las mañanas, me ayudan con las actividades cuando no se decir alguna palabra en italiano o no entiendo su dialecto, bromean y participan felices en todos los juegos que propongo.
Por un lado, me siento muy afortunada porque es un colegio con muchas iniciativas educativas; siempre están llevando a cabo proyectos como por ejemplo de hábitos alimenticios, hospitalidad, memoria histórica, música o ciberbullying, que es en el que más participamos yo y mi compañera, lo cual me ha permitido aprender mucho sobre el tema.
Además, en este colegio hay niños con necesidades especiales (ej. Hiperactividad o asperger) en todas las clases, acompañados de su profesor de apoyo, algo que me parece muy positivo y me gusta observar ya que en un futuro quiero ser profesora y voy a tener que tratar con estudiantes parecidos.
Por otro lado, hay aspectos de la escuela que creo que deberían cambiar. Por ejemplo, durante la pausa a mitad de la mañana (de 10 minutos) tienen que quedarse dentro del aula y todos los sábados los niños tienen clase; algo impensable en España y que creo que no les beneficia.
Además, siempre les mandan deberes que controlan al inicio de cada clase y pierden mucho tiempo en cosas inútiles como firmar todo tipo de papeles o escribir en la agenda avisos para los padres.
Lo que menos me ha gustado es que a veces las profesoras han intentado exigirnos mucho a las voluntarias sin poner de su parte. Es decir, querían que preparásemos actividades pero no había comunicación por su parte; no sabíamos qué tipo de actividad querían, de cuánta duración, para cuando, etc. Ni siquiera ellas preparaban las clases por adelantado.
La organización es casi nula. Muchas veces cuando llegamos a clase los estudiantes no están porque tienen un proyecto diferente, una excursión, u otras actividades de las cuales nadie nos avisa.
La tutora no se acuerda nunca de comunicarnos nada, ni de avisar a las
profesoras cuando nosotras estamos de vacaciones. En resumen, a veces me he sentido un poco infravalorada e inútil en las clases, pero espero que sea por el hecho de que es la primera vez y no por falta de interés por su parte.
CONCLUSIÓN
En definitiva, no puedo estar más feliz y agradecida de haber vivido esta aventura, que para mí no podía haber sido más perfecta. Me he sentido muy a gusto desde el principio, aunque hay que tener en cuenta que ha sido fácil porque yo ya conocía bastante bien el idioma y la cultura ya que tengo muchos amigos italianos y he viajado mucho dentro del país.
He conocido gente inolvidable, he disfrutado cada día al máximo y además creo que he madurado y crecido como persona muy positivamente, aprendiendo a solucionar los problemas con más calma y valorando la ayuda de las personas que me rodean.
Me quedan dos meses y ya me está entrando el agobio al pensar en las despedidas y que esta “bella vita” se va a acabar.
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