Mi nombre es Alba y tengo 22 años. El curso pasado terminé de estudiar un Grado Superior de Integración Social. Al terminar mis estudios decidí que quería tomarme un año sabático para irme al extranjero de voluntariado. Tenía muchas ganas de salir de mi ciudad, tomar un poco de aire fresco, y experimentar vivir fuera de casa durante un largo período de tiempo.
Había un voluntariado en Estados Unidos que me gustaba mucho pero que al final no pudo ser posible a causa del Covid, ya que las fronteras en aquel entonces estaban cerradas. Sopesé irme a Francia, pero no terminaba de convencerme. Entonces, se me ocurrió mirar en la página de Facebook del Servicio de Voluntariado Europeo, página la cual seguía desde hacía años con la intención de hacer uno de sus voluntariados algún día. Mirando su página web, encontré un voluntariado que me llamó muchísimo la atención. El voluntariado consistía en planificar actividades y liderar diferentes grupos de niños y jóvenes en una iglesia de Inglaterra. Inmediatamente me inscribí sin mucha esperanza. Para mi sorpresa, al poco tiempo me contactaron para realizar una entrevista. Poco tiempo más tarde, me informaron que me habían seleccionado para el voluntariado. ¡No me lo podía creer!
Después de varios meses hasta que me concedieran el visado (debido al Brexit) pude viajar a Inglaterra. Recuerdo que mis últimos días en España estaba muy nerviosa (los típicos nervios antes de un viaje!) y tenía muchas inseguridades, pero pese a eso sabía con certeza de que había tomado la decisión correcta, ¡y de que no me iba a arrepentir!
Es así como comencé una nueva aventura, donde no tenía ni idea de todas las cosas que iba a vivir, de todas las cosas que iba a aprender y experimentar.
Durante mi estancia en Inglaterra yo ayudaba a preparar y realizar actividades relacionadas con las manualidades, cocina, deportes, juegos, etc. También me hacía cargo de animar a los jóvenes a participar en las actividades y de brindar apoyo espiritual cristiano a los niños, a los jóvenes y a sus familias.
El ambiente de trabajo de mi voluntariado era muy agradable y me sentía muy cómoda. Desde el primer momento me hicieron sentir como en casa, por lo que me siento infinitamente agradecida. También me siento muy afortunada por los compañeros con los que vivía. Compartimos casa con otros voluntarios del ESC. Tuvimos la suerte de ser un grupo que se complementaba muy bien y congeniábamos los unos con los otros. A pesar de en ocasiones haber podido «chocar» o tener conflictos entre nosotros (¡como es de esperar!), siempre estábamos dispuestos a conversar y encontrar un espacio de escucha y diálogo para resolver todo conflicto y aprender de este.
Además de todas las personas que conocí en mi lugar de voluntariado y de mis compañeros y compañeras de casa, también aproveché mi tiempo libre para ir a diferentes sitios de la ciudad y conocer a gente local. Y precisamente conocer gente local es de las cosas que más recomiendo para esta experiencia. Son personas que te pueden enseñar y recomendar sitios que tal vez no descubrirías si no fuese por ellos. Los voluntarios con los que vivía utilizaban la aplicación «meetup», donde conocieron a gente local para realizar diferentes actividades en grupo. Es una buena alternativa para aquellas personas que tal vez son más tímidas. Yo soy muy extrovertida y me encanta conocer a gente nueva así que no tuve problema para encontrar diversos sitios donde conocí a personas extraordinarias.
Si me preguntasen por qué se tienen que vivir este tipo de experiencias no sabría qué decir porque no tengo palabras para describirlo. En primer lugar es conocerse a uno mismo. Como uno es, cómo uno reacciona ante diversas situaciones, como uno se relaciona. En segundo lugar es conocer a los demás, conocer sus culturas, sus formas de pensar y de actuar. Y por último, es descubrir la ciudad y el país a dónde estás yendo: cómo es su gente, sus costumbres, su cultura, etc. Es adaptarse. Es salir de la propia zona de confort, de enfrentarse a nuevos retos, superarlos y de encontrar el modo de aprender de ellos. Hacer un voluntariado Europeo con el CES es crecer y es aprender. A todo/a aquel que sienta que necesita un tiempo fuera de su ciudad, que necesita una bocanada de aire fresco, o que tenga ganas de conocer un país nuevo y/o una cultura diferente, ¡recomiendo sin duda este voluntariado!
Alba Priego