Este proyecto empezó mucho antes de coger el vuelo a Tailandia. Después de mi experiencia en Finlandia el año 2016 con la organización yeseuropa, sólo tenía buenas palabras para ellos y para el servicio voluntariado europeo. Me presenté al concurso “Comparte y gana” contando mi experiencia de Cabo Norte y sorprendentemente gane. A partir de aquí, empezaron dos meses de buscar organizaciones en el sur de Asia para poder hacer una ruta increíble por asociaciones sociales. Me puse en contacto con más de 50, pero solo pude negociar con 15 las posibles visitas.
Con la curiosidad del que nunca salió de casa, pasé por Zurich de puntillas, visitando la ciudad en apenas una mañana y sin abrir la cartera, para poner rumbo a Tailandia.
La primera parada en Asia fue con calma, en Bangkok quería adentrarme en la cultura lo antes posible, pero entre tanto turismo era muy difícil. Así que después de una visita a los lugares más emblemáticos, cogí una lancha que me llevó a la periferia de la ciudad. Allí no había templos lujosos, apenas las casas se mantenían en pie.
El día siguiente visité la escuela: Suankularb Wittayalai School. Estaba en el centro de la ciudad, en medio de todo el caos y el estrés, pero el patio del centro daba un alivio a todo el tráfico de la ciudad. Fue mi primera experiencia en un centro Tailandés, creo que fue un punto de partida interesante.
A la tarde me despedía de la gran ciudad y me embarqué en un autobús 12 horas para poder llegar al centro Yaowawit, empezaba la segunda etapa del viaje. A las 5 de la.mañana un hombre me esperaba en una parada de bus de la ciudad de Kapong. Fuimos en la moto hasta el orfanato. Debajo del monzón todo es más drástico, no se veía la carretera, y perdí las dos lentes de contacto, creo que es el único momento del viaje en el que blasfemé.
Al llegar al orfanato paró el diluvio. Me quedé asombrado con la localización de ese centro, en medio de la selva. En esta fundación viven y estudian más de 150 niños, viven en habitaciones de 10 en 10. Cada uno tiene su historia pasada, es una pasada como forman una gran familia. A partir de donaciones y acciones de voluntarios han podido ir construyendo poco a poco este grandioso lugar. Con piscina, campo de fútbol, y unas instalaciones increíbles todo se hace más fácil.
La tercera etapa del viaje empezaba en las playas de Phuket, aquí pasé 4 días súper intensos. Sin un respiro, con unas sensaciones increíbles, sin rastro del monzón y sin playas masificadas, visitando escuelas y orfanatos creados a partir del tsunami de 2004. Una experiencia increíble.
El primer día visité la fundación SunShine, un orfanato con 90 niños a unos metros de las playas tropicales de la isla. Aquí no nos dejaron dormir ni pasar mucho más que una mañana.
Por la tarde fuí a la fundación Santuario de elefantes. Aquí hay voluntarios y de primera vista es una organización social, pero realmente con el precio de las entradas y la cantidad de turistas que asisten tienen un plan de negocio bien estudiado.
El día siguiente con una lancha me desplacé a la isla de Koh Yoa, a la granja Farm Suk, una granja escuela que está en crecimiento. Quieren hacer un proyecto con voluntarios y con niños de la zona muy interesante.
A la tarde fui a la isla de Koh Panyee, esta isla no se puede definir, creo que es el lugar más extraño en el que estado nunca. En medio de miles de islas desiertas se encuentra un poblado musulmán procedente de Malasia. Nada que ver con lo vivido anteriormente, allí no había playas, ni templos budistas, ni coches, ni motos, ni vegetación… Las calles eran espacios aleatorios entre casa y casa, vivían con las puertas abiertas, su colegio tenía las mejores vistas del mundo y los niños jugaban a fútbol en un campo flotante.
Para finalizar los días en las islas, visité las las islas Phiphi. Un paraíso en el que era obligatoria la parada, aquí dejamos el tema social y nos adentramos en las playas más famosas del mundo. Uno hipotecaria su casa por vivir aquí una larga temporada.
Pasada la semana en Tailandia, cogí un vuelo que me llevaba a la ciudad de Hat Yai. Una ciudad muy diferente a las anteriores. Aquí ya no había ni un turista, la cultura musulmana predominaba en las calles y en los barrios era un continuo compra y venta de productos. Un gran estrés, sin calles bonitas, ni una cafetería en la que sentarse.
Pensaba que iba a pasar dos semanas en esta ciudad, ya que la sede de VSA está en la ciudad, pero no y fue un gran alivio. Quedamos con Taam y Kora, a las 14:30 en la estación de trenes. Allí habían 2 japonesas y un japonés más. Estos ibana a ser mis compañeros durante unos días. Salimos de la ciudad y fuimos a casa de la madre de Taam en un poblado sin plazas ni calles. Aquí empezó la cuarta etapa del proyecto.
Solo una carretera en la que se desarrollaba la vida, miles de mercados y perros callejeros. Aquí estuvimos la semana del 10 al 17. La casa no estaba mal, la palabra lujo no existía en aquellas latitudes, pero había una riqueza en las sonrisas de cada uno que eclipsaba lo económico. Estuvimos en el cole de al lado de la casa Ban Ton San School, nos cruzábamos con niños de 7 años en moto cargando a 3 personas más.
El jueves y viernes estuvimos en otra escuela a 30 min en coche de la casa, Ban Kao Rang School. Allí el transporte es diferente, lo normal era ir 7 en un coche. Esa semana fue mucho más despacio que la anterior, íbamos al colegio por la mañana y por las tardes simplemente paseábamos por las calles y campos, era bonito ver cómo se vive en los poblados.
El sábado fuimos a la universidad de Songkhla . Allí nos esperaban los estudiantes del grado de inglés, con ellos estuvimos todo el día haciendo dinámica de grupos y pegando una vuelta por la ciudad, puerto y playa. Una ciudad muy bonita, tanto por su barrio viejo de pescadores y su costa. El domingo nos despedimos de los poblados de Hat Yai y fuimos dirección a Satun. Aquí empezó una semana increíble, la quinta etapa del viaje.
Llegamos a la playa de Satun, y nos invitaron a una mariscada en un restaurante local de la zona. En las playas de esa zona solo había cabras. Fuimos al orfanato Rat Pracha Nukhro 42 School. Es gigantesco, un gran lago separa las casas de los estudiantes y profesores con la escuela, cantina y las instalaciones del colegio.
Nos instalamos en la casa de voluntarios, una casa para las chicas y otra para los chicos, con unas vistas increíbles y sin echar de menos ningún servicio.
Esa semana fue TOP. La profesora nos organizó todas las horas de voluntariado para poder visitar durante el día los alrededores del orfanato.
Vaya paraiso de lugar. Un día nos llevaba a un parque natural cerca de la frontera con Malasia, otro día a la playa, a ver cascadas o cuevas. Todos los días una aventura.
Respecto al trabajo, de 8 a 14h impartimos clases de inglés a los niños de primaria.
En el colegio de desayunaba se comía y cenaba bien, pero era una comida hecha para más de 600 personas, y siempre era arroz y pollo. No se podía comer ni cerdo ni ternera, por la presencia de la religión.
Por las tardes, los niños hacían música, fútbol, pinturas o simplemente iban al ring de Muai Thai. Por la noche, íbamos a visitar las casas de los orfanatos. Es increíble la locura de los jóvenes al vernos aparecer por sus casas.
En cada casa dormían unas 80 personas, dividiendo a los alumnos por edad y por sexo, también había una casa para los lady boys, a partir de los 13 años el niño que quiera podía ir a esa casa a vivir. Habían más de 50 jóvenes.
El miércoles de esa semana. Visitamos dos colegios de las zonas más pobres de la zona, apenas habían alumnos y profesores, estaban entre poblados perdidos en la selva.
El Sábado fue el último día en Satun, la profesora nos llevó a un evento social del pueblo, en el cual consistía en desayunar y trepar una de las montañas más espectaculares de la provincia. Nos llevaron al aeropuerto esa misma tarde.
Terminaba una de las mejores experiencias de mi vida, viviendo una realidad muy por encima de las expectativas esperadas.
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