Experiencia del Cuerpo Europeo de Solidaridad
La experiencia de Oscar en Chipre
En algún momento de la vida de un voluntario suelen surgir, más o menos, unas preguntas estándar a las que debes contestar.
En algún momento de la vida de un voluntario suelen surgir, más o menos, unas preguntas estándar a las que debes contestar.
Si has sido voluntario, o si piensas serlo, deberás responder a caras de sorpresa que preguntan cosas como: ¿vas a trabajar sin ganar dinero?, ¿por qué no te buscas un trabajo de verdad?, o ¿no te parece una pérdida de tiempo? Al principio, tratar de encontrar una respuesta me provocaba cierta frustración. Ahora que he vuelto a casa, no puedo evitar una sonrisa al pensar en el pasado.
En este pequeño escrito os contaré mi experiencia en Chipre como voluntario europeo, os añadiré más razones para participar en un proyecto de voluntariado y comprenderéis por qué me hace gracia pensar en mi frustración pasada.
Comencé mi viaje desde Madrid hasta Nicosia a finales de abril del año pasado. Después de un largo trayecto, llegué a una ciudad desconocida para participar en un proyecto de voluntariado de larga duración, es decir, un año. El objetivo principal era promocionar la cultura chipriota a través de la realización de eventos, viajes, talleres…Para ello, con el apoyo de la organización, se formó un equipo de siete personas de seis nacionalidades distintas.
Desde el principio el proyecto fue un reto. Los primeros días afloraron mis nervios e inseguridades. Uno se pregunta si está en el lugar correcto. ¿Qué puedo aportar yo?, me preguntaba a menudo. Aun así, algunas ideas afloraron en las primeras semanas y el proyecto comenzó a tomar forma. Me vi realizando tareas que jamás me había ni siquiera planteado. Crear presupuestos, organizar y planear eventos, hacer marketing online, facilitar talleres, ayudar a refugiados a redactar su CV, e incluso ¡cocinar para más de cuarenta personas!
La organización puso durante todo el proceso mucho empeño en ayudarnos. No solo fueron grandes maestros, sino buenos amigos de los que tuve oportunidad de aprender mucho. De hecho, diría que el componente humano de la experiencia fue lo mejor. Tanto la organización, como el equipo, como las personas que conocí en Chipre crearon un ambiente libre de prejuicios donde la creatividad podía expresarse libremente.
Después de mi experiencia, recomendaría a todo el mundo que se implique en un proyecto de voluntariado europeo. Por un lado, te lo pasarás genial y probablemente conocerás a personas muy interesantes. En el mundo del voluntariado y en el tercer sector encontrarás, por lo general, un ambiente colaborativo en donde las personas que conozcas te ayudarán a aprender. Además, siempre habrá alguien dispuesto a tener una buena conversación o echar una cerveza.
Por otro, tendrás la posibilidad de entrenar y mejorar habilidades blandas que no es fácil encontrar en un curso de educación informal. Hoy en día el trabajo en equipo, la capacidad de liderazgo, los idiomas o las competencias interpersonales son muy demandadas en empresas de cualquier sector.
Por último, disfrutarás de tiempo para reflexionar sobre ti mismo y para probar cosas nuevas. En un voluntariado el tiempo libre suele abundar por lo que es la ocasión perfecta para plantearse grandes preguntas filosóficas, y no tan filosóficas. También tendrás la ocasión para cumplir pequeños sueños o para disfrutar de la satisfacción de realizar una labor que ayude a los demás.
Ya de nuevo en casa, miro atrás y todavía me abruman todas las experiencias y habilidades que he ganado. ¡Incluso vivir una pandemia mundial fuera de casa ha sido una auténtica aventura! Haber participado en un proyecto de voluntariado me ha abierto los ojos a un mundo nuevo, y no puedo evitar sonreír al verlo. Hoy en día, tengo mucho más claro que durante mi vida quiero utilizar mi tiempo y mis habilidades para tener un impacto positivo en la sociedad.
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” Eduardo Galeano
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