Me llamo Carlota Costas y he realizado un proyecto enmarcado en el Cuerpo Europeo de la Solidaridad desde febrero hasta diciembre de 2020.
Mi proyecto era en Austria, concretamente en la Aldea Infantil Anton-Afritsch de AFFIDO situada en Thal, una localidad a 8km de Graz, la ciudad donde he estado residiendo. Llegué sin hablar más que unas pocas palabras de alemán. No obstante, tuve la suerte de que los trabajadores de la Aldea Infantil hablaban inglés y se comunicaban conmigo abiertamente. Con los niños nos entendíamos como se podía. Mi tarea era apoyar en las
rutinas de la aldea: preparar las comidas, ayudar a los niños a hacer los deberes, supervisarlos durante el juego… En concreto en una de las 4 casas que tiene la aldea: Villa Kunterbunt.
Nada más llegar también me sentí muy acogida por la coordinadora de voluntarios de mi Supporting Organisation y tuvimos un encuentro los voluntarios que habíamos llegado en el mes de febrero, dónde se nos explicaron cuestiones prácticas. El contacto entre cada uno de nosotros y otros voluntarios se mantuvo a lo largo de los meses y hemos establecido bonitas amistades.
Al poco tiempo de estar en Austria, a mediados de marzo, comenzó el impacto de la pandemia de Covid-19. Se nos dió la oportunidad a cada voluntario de volver a nuestro país de origen si así lo deseábamos, pero mi decisión fue quedarme.
En el caso de mi proyecto, mi compañero y yo seguimos acudiendo físicamente a trabajar, dado que los niños viven en la aldea y siguen necesitando el cuidado de los adultos. Desde mi formación sanitaria, quise colaborar en que los niños tomaran mayor conciencia sobre la importancia de evitar la propagación del virus. Por ello, diseñé un programa de lavado de manos, basado en el refuerzo positivo, en el que comprobábamos a diario que cada niño se hubiera lavado las manos un mínimo de veces al día y hubiera bebido té caliente. El programa duró 8 semanas y lo concluimos con la elaboración de jabón casero. Asimismo, creé unos pósters llamativos para los niños, que explicaban algunas de las precauciones que había que tomar. El tercer póster quisieron hacerlo conmigo.
Pasadas las semanas más duras de confinamiento, en Austria tuvimos cierta libertad para tener ocio de nuevo, entre otras cosas. A pesar de todo, he podido explorar bastante bien la zona alrededor de Graz y hacer turismo en otros lugares del país.
Por ejemplo, un día los voluntarios nos fuimos a hacer una ruta en bici hasta el lago Grüner See.
Llegó el verano y en la Aldea Infantil disfrutábamos a diario de la piscina. Hubo una semana en julio que Villa Kunterbunt tuvo sus vacaciones. Normalmente viajan a un país vecino; pero este año, debido a la pandemia, cada día hicimos una actividad especial todos los niños de Villa y todos los cuidadores. Fuimos a un sitio de tirolinas, a un lago, al parque de atracciones Prater de Viena, a la fábrica de chocolate Zotter…
Además en septiembre hubo una semana en la que todas las niñas de la aldea tuvieron su campamento en una casa rural, donde también tuve la oportunidad de participar.
En septiembre hice una de las contribuciones a la aldea de las que más orgullosa me siento. Diseñé y elaboré un camino sensorial delante de las casas, en el que los niños pueden mejorar su desarrollo sensoriomotor y regular su estado de alerta.
En cuanto al aprendizaje de alemán, asistí a dos cursos. Entre lo que aprendí en ellos y mis ganas de mejorar a diario, he conseguido llegar a un nivel B1 (si bien aún lo tengo que
consolidar…).
Al final ha podido ser el idioma que usaba para comunicarme en la aldea.