Experiencia del Cuerpo Europeo de Solidaridad
Experiencia con niños en Polonia
«Estos meses que pasé allí fueron una experiencia única y se lo recomiendo, sobre todo, a aquellos que no han podido hacer un Erasmus por una u otra razón.»
En septiembre de 2022 empecé un voluntariado promovido por los cuerpos europeos de solidaridad en Polonia. Mis actividades principales durante ese tiempo fueron jugar con niños locales y hacer actividades con ellos.
Mi etapa realizando este voluntariado podría ser descrita como una de descubrimiento. Acababa de terminar la carrera, pero no quería lanzarme nada más acabarla a un mercado laboral en el que seguramente iba a estar toda mi vida. Por ello decidí dar el salto, hacer las maletas y subirme a un avión rumbo a Polonia.
No voy a mentir, al principio fue un verdadero shock. Despertarte una mañana y encontrarte en un país que no es el tuyo donde los dependientes del supermercado no entienden tu idioma produce una enorme sensación de vértigo. Además, trabajar con niños cuando es algo que no has estudiado ni hecho en toda tu vida es duro. En mi caso, al principio me encontraba siendo tímido con ellos, sin saber cómo interactuar.
Pero tras dos semanas el susto se me pasó y me hice a ello. Trabajar con niños es muy fácil y divertido si te diriges a ellos sin miedo ni dudas. Jugar con ellos es muy sencillo (realmente solo te hace falta un poco de imaginación) y te hace volver a sentir a ese niño interior que todos tenemos pero que se pierde en la adolescencia. Y el idioma no fue un problema en ningún momento, como anécdota, uno de los niños hablaba inglés y pude comunicarme con él, a diferencia de con los demás, sin embargo, la mayoría de las cosas que decía no tenían mucho sentido así que no notaba que me entendía mejor con él de lo que lo hacía con los demás. La cosa es que tienen cinco años y con esa edad son capaces de hablar, pero no de comunicar cosas con sentido. Por ello, es más fácil comunicarse con gestos. Muchas veces eran ellos los que me llevaban a jugar, por ejemplo, enseñándome un papel y haciendo gestos para que les dibujara algo.
Y no solo de jugar con niños iba la cosa, también tuve que hacer diversas actividades cuyo denominador común era el tratar de hacer algo por los demás. Por ejemplo, cuando estaba a mitad del voluntariado, colaboré con algunos de mis compañeros en filmar un pequeño anuncio para promocionar el cuidado de la salud mental. Aparte de que la organización ofrecía pequeños talleres formativos de manera regular, desde “workshops” sobre cómo realizar presentaciones hasta mini-cursos sobre cómo utilizar webs de diseño como Canva. Por no mencionar la impagable mejoría que tuve en mi nivel de inglés. Dado que allí tenía que comunicarme con los otros voluntarios usando exclusivamente esta lengua, logré dominarla con fluidez en cualquier tipo de contexto.
Ya saliéndome del entorno estrictamente profesional, hice multitud de amigos de diferentes países y culturas durante mi estancia allí. Aparte de la apertura de miras que esto me ha dado, lo más importante son las experiencias que he vivido. La ciudad en la que estuve, Szczecin, está muy bien situada en el sentido de que está en el centro de Europa a dos horas en bus de Berlín, siete horas en bus de Varsovia y otras siete horas en bus de Praga. Además de que puedes explorar toda Polonia usando el sistema de trenes nacional (el cuál es muy barato).
En términos generales, creo que este voluntariado me ha hecho crecer como persona a la par que he ayudado a la comunidad local en la que me encontraba. Los niños con los que estuve estos últimos meses ya se han acostumbrado desde una temprana edad a que existe gente de cultura y pensamiento distintos al suyo. Muchos de ellos me decían, mediante la profesora, que querían visitar España cuando fuesen más mayores. A medida que crezcan, ese primer contacto con el extranjero que tuvieron conmigo les volverá de mente más abierta y, en definitiva, les volverá menos nacionalistas y más ciudadanos del mundo.
Así que, en resumen, estos meses que pasé allí fueron una experiencia única y se lo recomiendo, sobre todo, a aquellos que no han podido hacer un Erasmus por una u otra razón. Vivir tan lejos de tu entorno es algo que crea carácter, te permite conocer nuevos amigos que vienen de entornos culturales muy distintos al tuyo y te ayuda vivir experiencias que de otra manera no hubieses podido vivir. Y todo ello mientras ayudas a que comunidades locales tengan contacto con otras culturas, lo que las termina enriqueciendo en el largo plazo.
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