¡Hola!
Me llamo Inés, he hecho un voluntariado en Palestina, tengo veintiún años y soy de Asturias, aunque ahora vivo en Madrid. Estudio Sociología y Relaciones Internacionales, y este año también empiezo con Derecho.
A principios de verano decidí que quería aprender árabe y estaba súper interesada en la situación en Palestina, así que decidí venir aquí con un programa de voluntariado en Palestina, para dar
clases de inglés, que también incluía clases de árabe. Pasé aquí las últimas semanas de agosto y la primera de septiembre.
Una vez allí, los viernes eran siempre mis días libres, pero normalmente también me daban otro más a la semana, así que tuve tiempo de sobra para viajar por el país.
Además, el personal del centro, los profes e incluso los alumnos son súper flexibles, e hicieron muy fácil para mí el poder moverme por Palestina y conocer sitios nuevos. Normalmente, tenía tres horas de árabe a la semana, repartidas en dos días. De nuevo, mi profesora era súper flexible, así que me podía cambiar las horas o los días según cómo me viniese mejor en el horario.
Por lo demás, normalmente tenía clases de inglés todos los días. Trabajaba o bien con un profesor de inglés palestino o bien sola, y muchos días también hacíamos exámenes orales de inglés (aunque no nos solía tocar evaluar a los voluntarios). Además, según la cantidad de gente, a veces estábamos dos voluntarias en la misma clase, que venía genial para ver cómo trabajaban otras personas y aprender de ellas.
Las clases de árabe me encantaron. Como eran clases particulares (sólo la profesora y yo), me sentía todo el rato escuchada y tenida en cuenta, e iba aprendiendo totalmente a mi ritmo. En tres
semanas he aprendido bastantes cosas (ahora me sé los números, los días de la semana, cómo presentarme, hacer preguntas básicas, entenderme con taxistas y en tiendas e incluso escribir algunas cosas). Me parece que es muy buena base si quieres seguir con arabe después, porque aquí tienes siempre la oportunidad de practicar con todo el mundo. Además, había voluntarias que llevaban aquí un mes o dos y ya hablaban árabe muy muy bien.
De cualquier manera, mi parte favorita de la experiencia fue el ambiente en el centro de voluntariado en Palestina. Pude conocer a gente maravillosa, de todas partes del mundo, a la que obviamente no habría
conocido de otra manera. Siento que he hecho súper buenos amigos aquí. De mis cosas favoritas era quedarme en el centro hasta la hora de cierre, ya fuese repasando árabe (nos dejaban las mesas grandes, ordenadores y libros) o simplemente charlando con la gente. Tengo súper buenos recuerdos de tardes tomando café con los trabajadores y alumnos palestinos.
Además, también organizan visitas y me llevaron a la ciudad vieja un par de veces, que está genial, porque tienes incluidas las explicaciones en el paseo.
Además, me pedí un par de días libres y fui a visitar Ramallah, Belén (Bethlehem), Jericó, Jerusalén y el Mar Muerto. Son ciudades preciosas, y me gustó especialmente Belén (lo cual viene muy bien, porque queda a menos de una hora de Hebrón e ir sólo cuesta diez shekels, que no llega a tres euros). El Mar Muerto también es increíble, tanto el nadar ahí como el paisaje, con
sus camellos y el desierto.
Aún así, creo que Hebrón es la mejor ciudad para quedarse. No es especialmente turística, así que es muy barata, sobretodo en tanto a los taxis y la comida. La cuidad está estructurada en
torno a una avenida muy grande en la cual está el centro de voluntariado en Palestina, así que llegar es muy fácil (prácticamente todos los taxis van hacia ahí), y a menos de un minuto hay dos cafeterías geniales,
una papelería y un par de supermercados. Con respecto a lo turístico, la ciudad vieja de Hebrón no es la más grande ni la más impresionante, pero probablemente sí la más interesante, teniendo
en cuenta la ocupación. La gente es muy agradable, e ir a pasear a la ciudad vieja siempre implica café y té gratis, además de muy buena conversación.
Además, quedarse en una familia de acogida (la única opción para las mujeres) me vino genial de cara a conocer la cultura, poder practicar el idioma y hacer aún más amigos (siempre hay decenas de familiares). La natalidad es muy alta y en muchas familias hay niños, ya vivan en la casa o sean de parientes, así que por esa parte también es bastante bonito. Con mi familia de acogida también se estaba quedando otra chica, japonesa, de la cual me hice muy buena amiga, y con la que me hacía los trayectos, viajes o comidas necesarias. En general, en ningún momento estuve sola en Palestina.
Con respecto a la seguridad, era lo que más me preocupaba cuando planeé el viaje a Palestina, pero una vez aquí me sentía igual de segura que en Europa. Los primeros dos días era bastante raro, y daba un poco de miedo, ver a los militares israelíes o pasar por los checkpoints, pero nunca vi ningún conflicto, y el único contacto que tuve con ellos fue alguna vez que me pidieron el pasaporte y la visa (¡llévalos siempre encima!). De hecho, sólo hay militares en algunos puntos de la cuidad vieja y en los checkpoints de carretera, así que si no vas específicamente a estos sitios puede que ni los llegues a ver. La rutina y el día a día son prácticamente iguales que en España, sólo gente normal yendo al colegio, al trabajo, de compras o a tomar un café. Además, la calle principal suele estar llena de gente, y era súper seguro caminar por ella (yo solía ir andando a casa, un trayecto de un poco más de media hora). La otra razón por la que me sentí súper segura todo el tiempo es la gente, es increíblemente amable y siempre dispuesta a ayudarte (en mi primer día me perdí y acabé con cinco o seis personas guiándome, además de otras tantas ofreciendo su teléfono o compartiéndome internet).
Así que, en general, me sentí igual de segura que en España, durante el día incluso más (en caso de perderte un poco siempre hay alguien ofreciendo ayuda) y de noche solo tomé las precauciones normales (no caminar sola) pero nada que no haga en Europa también. De hecho, la mayor parte de las voluntarias que conocí aquí también eran chicas viajando solas y ninguna tuvimos ningún problema. Con respecto al acoso callejero, no es para nada destacable, desde luego bastante menor de otros países en los que también he andado sola.
En conclusión, lo que más me ha gustado de Palestina ha sido la hospitalidad de su gente, el hecho de sentirme en casa en cada sitio muevo al que iba. Recibía todo el rato café gratis, té gratis, descuentos, regalos, y, lo más importante, algo interesante de lo que hablar con un nativo.
Cada persona nueva que conocía parecía un primo lejano que quiere retomar el contacto. Siento que tengo una segunda familia en Palestina en muy poco tiempo, y esa sensación se hace más
fuerte en el centro de voluntariado, ya que todas las personas a las que conocí allí eran enormemente agradables.
Obviamente, recomiendo muchísimo venir a conocer Palestina, su gente, y por supuesto el centro de voluntariado en Palestina. Es una oportunidad para visitar ciudades increíbles (y bastante distintas de lo que puedes ver en otro país), y recomiendo también pararte a hablar con cada persona que se ofrezca. En el centro conocerás a gente súper agradable, que te harán sentir en casa en muy poco tiempo. Y todo ello acompañado de aprender árabe (de una forma súper sencilla) y mejorar (o descubrir que tienes) dotes para enseñar inglés.
Accede a estas oportunidades para ser voluntario en Palestina
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