Experiencia del Cuerpo Europeo de Solidaridad
Experiencia con jóvenes en Faenza
En definitiva, lo que ha hecho que esta experiencia haya valido tanto la pena ha sido la calidad y la calidez humana que he vivido.
En definitiva, lo que ha hecho que esta experiencia haya valido tanto la pena ha sido la calidad y la calidez humana que he vivido.
Desde septiembre del 2020 hasta abril de 2021, he estado realizando un proyecto ESC (European Solidarity Corp) en Faenza, Italia, en el que mi labor principal ha sido ser profesor en una academia con jóvenes con problemas en el proceso de aprendizaje.
Ha sido una grata experiencia porque me ha permitido crecer en muchos ámbitos: el personal, el lingüístico, el cultural, el profesional, incluso el físico y la salud. En el ámbito personal, he crecido en madurez y autoconocimiento. Por un lado, ha sido la primera vez que he vivido solo, así que he tenido que aprender a realizar las tareas del hogar, a coordinarme con mis compañeros de piso, a cómo usar una lavadora, a gestionar el dinero que se nos da para poder ser eficiente económicamente, a organizar un menú semanal y, además, de manera que sea un menú sano basado en verdura y comida real. En definitiva, ser una persona independiente y adulta eficiente y responsable. En segundo lugar, me he conocido mucho mejor a mí mismo, ya que he lidiado con situaciones a las que no he tenido que enfrentarme nunca, como no poder contar (al menos físicamente) con mi familia y con mis amigos, tener que adaptarme a otro país y a su cultura, tener que hablar constantemente en otro idioma, adaptarme a un grupo que no he elegido yo (es decir, con personalidades que quizás no son las que yo hubiese elegido como amigo), enfrentarme a la soledad… Situaciones que me han hecho ser una persona más introspectiva, más profunda, consciente de mis propias limitaciones y aquellas facetas en las que tengo que trabajar todavía más para ser una persona emocionalmente mucho más funcional.
En cuanto a los idiomas, llegué con un vocabulario muy básico en italiano y finalicé el proyecto con, al menos, un B1, aunque más que medirlo en títulos yo veo mi aprendizaje cuando veo que soy capaz de entender todo lo que me dicen y que puedo responder con soltura y cierta complejidad (aunque tenga errores gramaticales). He asistido a una escuela de italiano dos veces por semana, lo que me ha ayudado a perfeccionar mi gramática, pero también a conocer la realidad de personas extranjeras que viven en Italia por diferentes circunstancias. Me ha parecido una experiencia muy enriquecedora por el hecho de compartir espacio con tantísimas personas de tantísimos países diferentes, ha sido quizás la parte más intercultural de todo el proyecto. Pero, sin duda, donde he aprendido más italiano ha sido en casa, ya que he compartido cuarto con un joven estudiante italiano y desde el primer momento le pedí que me hablase sólo en italiano, por lo que él ha sido mi principal profesor y seguido de él, el resto de los inquilinos con los que he compartido la casa, que también eran italianos. Respecto al inglés, también he mejorado muchísimo porque ha sido el idioma con el que me he comunicado con el resto de voluntarios y con la asociación. Partía con un buen nivel, pero he mejorado muchísimo en mi comprensión auditiva y en el enriquecimiento de mi vocabulario. Ahora me siento mucho más cómodo leyendo y expresándome en inglés, lo que seguro me va a ayudar a no tener miedo a vivir más experiencias en el extranjero y a encontrar más oportunidades laborales.
Sobre la cultural y el hecho de vivir en otro país, tengo que decir que no ha sido especialmente impactante porque al final tanto España como Italia tienen una cultura muy parecida. Sí que me ha ayudado esta experiencia a “desrromantizar” Italia y todos sus estereotipos, porque es cierto que la comida está muy rica, se bebe mucho vino, las ciudades son preciosas y la gente es muy simpática, que es lo que uno ve cuando viene a hacer turismo, pero cuando se vive en ella, uno se da cuenta de que es un país también con muchísima inmigración, con una gestión pública que deja mucho que desear, en muchos aspectos muy intolerantes y que la vida de los italianos es tan ordinaria como puede ser la vida de un español: los adolescentes están desmotivados en el colegio, los adolescentes empiezan a fumar y a beber muy jóvenes y los veinteañeros tienen muchas dificultades para encontrar trabajo. Esto no minimiza la belleza del país y el maravilloso estilo de vida que ofrece, pero cuando se viene desde España no se nota mucho la diferencia.
Como historiador del arte, también he podido disfrutar del rico patrimonio que ofrece este país, aunque no he podido salir de mi región, Emilia-Romagna, a causa del COVID. Las limitaciones ha sido uno de los principales problemas que me he encontrado en mi estancia, ya que difícilmente hemos podido salir de mi ciudad, y al tratarse de una ciudad muy pequeña, me he sentido a veces un poco agobiado. Pero he solventado esta situación gracias a mis maravillosos compañeros, ya que hemos llevado con mucha creatividad y originalidad cada fin de semana: hemos hecho fiestas de disfraces, karaoke, sesiones de cine, comidas temáticas, jornadas de manualidades… Una situación que parecía un problema a priori, la hemos convertido en una oportunidad para divertirnos, conocernos más los unos a los otros y fomentar nuestra originalidad. Además, el hecho de haber salido poco de la ciudad ha hecho que, las veces que hemos podido, las hayamos disfrutado mucho más. Y aunque no hayamos podido hacer turismo, las veces que hemos hecho senderismo dentro de nuestro municipio han sido verdaderas oportunidades para poder respirar un poco de aire fresco, algo que no valoraba en mi ciudad o que quizás no hubiese valorado si hubiese podido hacerlo cada día.
Respecto al ámbito laboral, esta experiencia me ha hecho aprender cosas que me van a ser muy útiles en mi futuro. Por ejemplo, he aprendido muchísimo sobre educación no formal, y algunos de estos aprendizajes los podré poner en práctica en mi trabajo como profesor en la Secundaria. Pero sin duda, lo que más me ha servido ha sido investigar de manera teórica y también vivir en mi propia carne como se adapta el aprendizaje a personas con algún tipo de discapacidad mental como el TDH, TDA, autismo, síndrome de Down… Éste ha sido mi mayor reto y me ha hecho tener que abrir la mente para centrar los procesos de aprendizaje en las necesidades específica de cada persona y ser mucho más flexible, que es una de las cualidades que tendría que tener todo profesor, ya que, aunque en un aula quizás no hay ningún alumno o alumna con necesidades muy específicas y con alguna característica verdaderamente significativa, cada proceso de aprendizaje es diferente y tenemos que centrarnos en ayudar a las personas de la manera más individual posible. He tenido la suerte de trabajar con adolescentes principalmente, pero también con algún niño y con personas adultas, por lo que he tenido que adaptar el nivel de enseñanza y la metodología a muchísimas casuísticas diferentes. También he aprendido mucho sobre redes sociales y su gestión, ya que la creación de contenido multimedia ha sido uno de los pilares del proyecto, con la creación de un perfil de Instagram para los voluntarios, en el que hemos compartido nuestras diferentes experiencias, pero no sólo había que utilizarlo sino saber cómo hacerlo para llegar al mayor número de personas posibles, por lo que hemos desarrollado un proyecto específico para ello.
En definitiva, diría que lo que ha hecho que esta experiencia haya valido tanto la pena ha sido la calidad y calidez humana que he vivido. En primer lugar, gracias a mis compañeros voluntarios: Gonzalo, Mathilde, Györgyi, Laura, Atte y las dos Marías, que más que compañeros han sido cómplices de aventuras, de sueños, de felicidad y de tristeza, quienes han hecho que mi paso por Faenza sea inolvidable. Después, mi segundo grupo de amigos han sido mis compañeros de cuart: Giovanni, Gyusi, Claudia, Silvia, Mattia y Francesco, mis profesores de italiano pero no sólo de la lengua, sino del estilo de vida. Desde aquí quiero agradecer a Ina, mi mentora, que ha sido nuestra amiga, hermana y madre, ha estado disponible un martes a las siete de la mañana y un domingo a las diez de la noche, nos ha acompañado al médico, a la montaña, nos ha enseñado la verdadera cultura romagnola… Y también a Danae, una de nuestras coordinadoras, que nos ha tratado como amigos y nos ha regalado muchísimos abrazos. De la academia en la que he trabajado, quiero expresar lo feliz que me he sentido con Matteo y Emanuela, los profesores, de los que he aprendido muchísimo y me han hecho sentir muy bien. Y también a mi profesora de italiano, Anna, que es la persona más gentil que he conocido nunca.
Sin duda, recomendaría esta experiencia a todo el mundo, ya que hace falta viajar y conocer otras realidades para abrir la mente, porque al final todos somos seres humanos independientemente de donde hemos nacidos, y a todos nos mueve lo mismo y nos duele lo mismo, y nadie debería ser ilegal en ninguna parte.
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