Mi nombre es Marina, tengo 20 años y he estado 10 meses como voluntaria en Austria, aunque si me preguntas ahora, te diría que fue ayer cuando aterricé en Viena con toda mi vida empaquetada en dos maletas y sin tener ni idea de lo que estaba haciendo. Todavía no me creo que se haya acabado.
Mi voluntariado fue en un centro de personas con discapacidad intelectual. Mi tarea era estar con ellos hablando, haciendo manualidades, jugando… Al principio fue todo un desafío. El más importante al que me enfrenté fue, por supuesto, el idioma. Antes de llegar no sabía que allí se hablaba dialecto; muy pocas personas hablaban inglés, ya que era un pueblecito pequeño, y sí que es verdad que casi todo el mundo sabía hablar alemán, pero muchas de las personas con las que trabajaba solo conocían el dialecto, por lo que fue muy difícil poder
comunicarme con ellos durante varios meses. Todo esto sumándole el hecho de que estaba sola, en un país que no conocía de nada. No tenía a nadie conocido para pedirle ayuda más allá que a través de una pantalla, tuve que aprender a apañármelas yo sola con todo. Tampoco había vivido nunca sola, y fue complicado hacerlo por primera vez con gente de otro país, con otra cultura diferente a la mía y a la del propio país en el que vivíamos. Sin duda fue difícil, pero según iba pasando el tiempo todo esto fue perdiendo importancia: aprendí alemán para poder comunicarme, conocí gente increíble y busqué mi propia forma de pasar el tiempo.
Si tuviera que resumir mi año en tres cosas que lo hayan definido, tengo muy claro cuáles serían. La primera es el sitio de voluntariado. Fue una experiencia increíble con personas maravillosas a las que les estaré siempre agradecido por haberme dejado entrar en sus vidas. Es verdad que a veces era difícil tratar con algunos clientes, pero aún echo de menos a esa persona preguntándome mil veces lo mismo todos los días, a otro fingiendo que cada día es un animal diferente, y a todos dándome mil abrazos en cuanto me ven. Te hacen sentir súper valorada, son personas excepcionales que llevaré conmigo siempre. Pero también los trabajadores tuvieron una gran importancia. Sin ellos nunca me habría sentido tan cómoda como lo hice, me apoyaron en todo momento, me enseñaron todo lo que necesitaba saber y estuvieron ahí todo el rato para asegurarse de que vivía mi experiencia de la mejor forma posible. Gracias a todos ellos siento que elegí el proyecto perfecto para mí, no podía haber sido otro. La segunda cosa fueron los otros voluntarios de otros países. Tuve una conexión increíble con varias personas que intentaré continuar por mucho tiempo. Pensé que sería muy difícil conectar con alguien, ya que el inglés no es la lengua materna de ninguno de nosotros, pero todo lo contrario, fue muy fácil. 

Hicimos un montón de planes, nos tuvimos que conocer desde cero y tuvimos que aprender las culturas de los demás; pero sin duda, lo que nos unió fue que nos entendíamos. Todos estábamos en la misma situación, viviendo cosas que son imposibles de entender para los que no lo han hecho y sintiendo lo mismo en muchas situaciones. Todos y cada uno de ellos han hecho que este año sea inolvidable. Y, por último, los viajes. Tuve la oportunidad de viajar a mil sitios sin
ninguna preocupación que me retuviera, y sin duda, lo aproveché.
Por último, quiero recalcar algo, porque todo el mundo habla del proceso durante, pero no después.
Todo es maravilloso y de color de rosa mientras estás allí, pero si hay algo que tienen en común todos los voluntariados, es que todos tienen fin. Cada vez que alguien te pregunta algo sobre la  vuelta, la respuesta es “bah, todavía queda mucho para eso”; y de repente te encuentras con las maletas empaquetadas de nuevo, mil cosas que no sabes ni dónde vas a meter y muchas, muchas despedidas y lágrimas. Y te subes a un avión de vuelta y te preguntas cómo será todo ahora, cuánto habrán cambiado las cosas. Pero aterrizas y poco a poco te vas dando cuenta de que todo sigue igual, casi nada ha cambiado, menos tú. Ahora eres una persona diferente, porque si hay algo imposible es salir de esta experiencia tal cual como la has empezado; hay lugares y personas que ya no son tu sitio, y está bien. Durante un tiempo sólo puedes pensar en que quieres volver, para ti esa era la nueva normalidad, esa era tu vida. Vivías en una burbuja, pero poco a poco vas volviendo a la realidad y te das cuenta de que ha sido algo temporal a lo que no vas a poder volver y tienes que dejar atrás. Aunque sin ninguna duda, es algo que se quedará contigo para siempre.

Hoy han pasado dos meses desde que acabó y puedo decir con total firmeza que me ha cambiado la vida. He conocido a gente increíble, he viajado a 15 países, he vivido un montón de experiencias inolvidables y he sido muy, muy feliz. Ahora he cambiado de carrera, sigo viajando cada vez que puedo, sigo manteniendo el contacto con las personas que conocí allí y pienso todo el rato en volver
a visitarles algún día.