Mi nombre es Lucía Mariño López y comencé mi programa de voluntariado en octubre en un pequeño pueblo de la zona francesa en Bélgica. Concretamente, mi proyecto se desarrolló en el centro artístico, cultural y ciudadano Le Monty, un «tiers-lieu» donde cada semana la comunidad de la Comuna de Genappe puede ir a disfrutar de diferentes tipos de eventos o actividades desde un concierto, una obra de teatro, espectáculos con marionetas, intercambio de idiomas, congresos y encuentros o incluso noches de cine. Las posibilidades son inimaginables y resulta muy interesante como un espacio como Le Monty consigue reunir a ciudadanos tanto de Genappe como de los pueblos de alrededores para ofrecerles muchas actividades y llenar de muchísima vida un mero rincón en la campiña belga.
Desde el primer día me sentí realmente acogida por el equipo y por la comunidad. Esto último me daba miedo antes de venir a Bélgica teniendo en cuenta que era un país nuevo con un idioma y una cultura diferentes. Pero resultó que no había nada que temer, todas las personas con las que hablé desde el principio eran amables, acogedoras y estaban interesadas en hablar contigo, algunas incluso se han convertido en personas a las que les he cogido mucho aprecio. Gracias a esto además he podido mejorar muchísimo el francés, y aunque aún no sepa hablarlo a la perfección, puedo decir que casi puedo entender al completo cuando tengo una conversación.
En el proyecto no estaba sola sino con una chica francesa con la que también he vivido, además había dos voluntarios españoles de otro proyecto viviendo en el mismo pueblo. En un principio la carga de trabajo que mi compañera, Flore, y yo realizábamos era mayor, debido a que el proyecto reúne tres voluntarios, pero por diversos problemas, Gustav (de Dinamarca) no llegó hasta febrero. Desde la primera semana nos formaron técnicamente para poder trabajar en el teatro, tanto para poder manejar el sistema de luces y sonido en una actuación, cambiar luces y proyectores,como para la creación de piezas necesarias para el atrezo. La verdad que nunca me hubiese imaginado que iba a aprender a cortar metales, maderas, hacer alguna escalera o crear estructuras para sujetar un escenario. En relación con todo esto, hay que destacar el mes de trabajo continuo para la realización del Festival de Marionetas y Artes Asociadas que el director de Le Monty organizaba con su compañía de teatro y que se desarrolló durante tres días de diciembre en Genappe. El pueblo se lleno de vida como nunca antes habíamos visto.
Por otro lado, también aprendimos a desenvolvernos en el bar que tenía el centro sirviendo tantos tipos de cervezas, bebida que es casi patrimonio para los belgas; hemos creado publicaciones en redes sociales, hemos dado la bienvenida y tratado con mucho público y artistas; y hasta se nos ha dado la oportunidad de desarrollar proyectos propios. En mi caso, di clases de sevillanas durante algunas semanas debido a que organicé una tarde española con inspiración en la Feria de Abril. Contraté un grupo de flamenco para que actuara en la sala polivalente/teatro, compré decoraciones y organicé a los cinco voluntarios que éramos en Genappe para la preparación de tapas que poder servir a toda persona que asistiese. Fue uno de los mejores eventos del año según mi jefe y fue super gratificante ver como todo el mundo daba las gracias antes de irse por haber disfrutado muchísimo. Si es cierto que fue estresante la organización, pero mereció la pena.
No puedo olvidar dentro de esta experiencia, las personas que he conocido, gracias en parte a los diversos seminarios que se realizan a lo largo del año con otros voluntarios, pero sobre todo a mi organización de acogida (Compagnons Batisseurs) la cual desarrolla muchas actividades y encuentros para sus voluntarios. Hemos disfrutado de días juntos en Bruselas, Namur, actividades y eventos en Marche-en-Famenne, fines de semanas en Genappe, algún día de playa (aunque cueste creerlo, Bélgica tiene playas increíbles), etc.
Bélgica es un país que ha conseguido enamorarme, a pesar que a veces me haya hecho deprimirme por su cielo gris durante semanas y semanas. Pero a pesar de ello, he querido continuar más tiempo aquí. Gracias al registro en el ayuntamiento la primera semana, en el mes de mayo conseguí la tarjeta de residencia belga, lo cual me abrió muchas puertas a la hora de encontrar trabajo aquí y poder disfrutar de seguir viviendo en este país. Venir a Genappe e inscribirme en el Cuerpo Europeo de Solidad fue una de las mejores decisiones de mi vida y siempre animaré a los jóvenes a hacer programas así.
Gracias por todo en este viaje,
Lucía