Experiencia en Paralimni – Chipre. Youth Exchange “Put Yourself in their shoes: Walk with the refugees”
Irene Hernández. 27 años (Madrid)
Nueve días de intercambio en Paralimni (Chipre) y ya tengo la certeza de que este viaje me ha cambiado la vida. Hacía un par de años que no participaba en ningún proyecto de Erasmus+, este iba a ser el tercero (y el primer Youth Exchange), así que lo viví con muchísima ilusión desde el momento en que supe que iría.
Paralimni, un pequeño pueblo costero fue el escenario de “Put yourself in their shoes: Walk with the refugees”, el proyecto organizado por Koken (la organización chipriota de acogida) en el que 30 participantes de 6 países diferentes reflexionaríamos sobre el tema de los refugiados, poniendo sobre la mesa diferentes perspectivas a cerca de la crisis.
El simple hecho de compartir una sala con gente de Ucrania, Bulgaria, Chipre, Italia, Lituania y España es una oportunidad magnífica para poder aprender sobre sus países, su forma de pensar, su forma de ver la vida, de relacionarse… ¡hasta su gastronomía y danzas típicas! Convivir durante más de una semana con tantas personas de diferentes puntos de Europa es una de las experiencias más enriquecedoras e intensas que he vivido hasta el momento. Poder trabajar juntos y poner en común nuestros puntos de vista ante un asunto tan importante y actual como el de los refugiados nos hizo creer que, cuando existe voluntad, las personas siempre somos capaces de fortalecernos y apoyarnos ante situaciones de crisis como esta.
Además de las sesiones propias del Youth Exchange en las que desarrollábamos actividades como role playing, debates y hasta una flashmob, también tuvimos la oportunidad de conocer Chipre: visitamos Nicosia, la capital, donde fuimos a un centro de Caritas en el que pudimos conocer cómo se abordaba la cuestión de los refugiados e inmigrantes a nivel local. También pudimos conocer Ayia Napa, un pueblo cercano a Paralimni donde disfrutamos del mar y la naturaleza, compartiendo momentos inolvidables con gente que ya forma parte de nuestras vidas.
Después de aprender a contar del uno al diez en griego, a brindar en ucraniano y a decir los buenos días en lituano, llega el momento de volver a casa. Las despedidas siempre son agridulces, y tras el “hasta pronto” queda la intención de volvernos a ver otra vez algún día, who knows?
Muchísimas gracias a Building Bridges por haberme dado la oportunidad de participar en este estupendo proyecto. Animo a todo el mundo a apuntarse a este tipo de iniciativas:
para aprender de otras personas, sobre uno mismo y ver mundo!
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