Luca, nuestro voluntario italiano con el Cuerpo Europeo de Solidaridad nos cuenta cómo ha sido su primera experiencia en el barrio de la Cañada Real de Madrid.
A una semana de mi mudanza a la capital española para realizar un proyecto de voluntariado europeo, hago en compañía de la Fundación Acción Social por la Música, la primera visita a uno de los barrios más difíciles y complicados de Madrid: la Cañada Real.
Acción social por la música junto a otras ONG han animado el sábado 8 de septiembre con conciertos actividades y talleres este barrio famoso por ser el centro del comercio de drogas de Europa.
Durante el camino desde la ciudad hasta el campo, donde queda la Cañada, pregunto a los padres de los pequeños músicos que componen la Camerata Tetuán (un grupo de 10 niños) si nunca han estado antes por aquí – “Obviamente no” me contestan “Aquí normalmente no se viene”. Y así es, no se viene porque tampoco hay medios de transporte públicos que puedan permitir un enlace entre Madrid y este barrio, de manera de asegurar a la población local, de mayoría gitana, de ir de paseo o de compras a la ciudad de Madrid o simplemente de integrarse en la comunidad local.
Los niños tocan donde pueden, en una plaza, en un jardín de una casa privada, haciendo llegar su música maravillosa por las calles de este barrio. La música suena y penetra hasta los coches de lujo, aparcados y escondidos entre los callejones. Pero esta misma música no puede alcanzar los internos de las casas de la Cañada, donde los habitantes se esconden y espían el evento detrás de las cortinas mirando sospechosos por la presencia de tantos foráneos. Los niños de la Camerata Tetuán encuentran a través de sus violines, contrabajos, violas una redención social y su lugar en la sociedad. Sus esfuerzos se miden por los gestos de sus caras para concentrarse durante la ejecución del concierto y el resultado se ve en las caras satisfechas e incrédulas de sus padres.
Hubo participación de la gente del barrio. Algunos han hasta tocado (como se puede ver en la foto donde aparecen dos habitantes de la Cañada entreteniendo a un público compuesto por mayoría da los padres de los niños y miembros de las ONGs).
Hay mucho que hacer para conectar la ciudad con el campo. Pero la música hecha por niños seguramente puede alcanzar a través de su ligereza, armonía y pureza, lugares donde nunca ninguna organización tendrá éxito.
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