En las universidades promocionan muchísimo el Erasmus estudios, pero ningún otro programa, por lo que no sabía qué era aquello. Tras informarme y ver que tenía la posibilidad de estar hasta un año en cualquier otro país de la Unión Europea, realizando una misión sobre una temática la cuál además podía elegir, recibiendo dinero cada mes y sin tener que costearme a penas nada, no dudé ni un segundo en ir a por ello y conseguir una plaza. Y dicho y hecho, en abril ya sabía que me iba a ir a un pueblecito de Normandía (Francia) llamado Flers, a pasar 12 meses disfrutando de una nueva experiencia.
Llegué a Francia en septiembre, sin saber nada de francés y teniendo el inglés un poco oxidado, pero con ganas de aprender y mucha motivación. Lo primero que me sorprendió fue el calor de la gente, ¡la bienvenida no pudo ser mejor! Todo el mundo fue súper amable tanto conmigo como con mis compañeros/as voluntarios/as, nos trataban como si fuéramos de sus familias (primer estereotipo de los franceses y francesas roto).
Mi asociación, la MJC de Flers (Maison des Jeunes et de la Culture de Flers) es como una casa de la cultura y la juventud en la cual existen diferentes tipos de actividades: música, danza, arte, teatro y deporte, entre otras. Sin embargo, las clases las daban profesores/as, por lo que
¿cuál era nuestra misión? Nuestra misión consistía en animar la asociación y llevar Europa al pueblo. Nuestro horario era variable, pero más o menos estábamos desde las 9h hasta las 17.00h de martes a viernes (¡teníamos un finde largo!), y las actividades que realicé, por tanto, fueron muy diversas: actividades en la asociación, promoción del CES en diferentes colegios, jornadas y asociaciones (la nuestra también) para compartir nuestra experiencia, mi proyecto personal sobre el cambio climático, la actividad de “La Semana de Europa” en conjunto con otros y otras voluntarios/as del pueblo y actividades en colaboración con otras asociaciones del pueblo y otras estructuras regionales y nacionales. Las actividades realizadas en la asociación fueron muchas: diferentes animaciones como jornadas con los y las miembros de la asociación (noches interculturales para compartir la cultura de nuestros países, jornada de superhéroes y superheroínas para los niños y niñas, escenarios abiertos para libre expresión de la gente (mediante música, danza, exposiciones o teatro), talleres navideños…), exposiciones en el hall de temática libre, reforma de la oficina de voluntarios/as, actividades con niños y niñas todos los miércoles, trabajo en equipo junto con otra voluntaria con Síndrome de Down todos los viernes, la integración en el equipo directivo de la asociación mediante la participación en los meetings y las asambleas y la publicación periódica en el Instagram de los y las voluntarios/as. Puede parecer poco, pero cuando te embarcas en todos estos proyectos, te das cuenta de que lo que primero que necesitas es tiempo para organizar y preparar cada una de las jornadas, ¡por lo que al final nos faltaban hasta horas!
Luego vino la cuarentena por el COVID-19, pero la asociación nos apoyó en todo momento y decidimos continuar con el proyecto, por lo que nos tocó reinventarnos y realizar otro tipo de actividades desde casa para no perder el vínculo con la asociación y sus miembros. Realizamos videotutoriales de cocina, challenges, “La Semana de Europa” virtual y participé en otros eventos virtuales relacionados con mi proyecto personal, como el #ENV4ENV. Al principio fue
todo muy extraño, pero pronto nos habituamos al nuevo ritmo de trabajo y, hablándolo con mi compi italiana más tarde, no nos lo pasamos nada mal.
Con esta aventura no solamente he aprendido a trabajar en asociaciones culturales y aprender sobre muchos otros temas de mi interés (pues antes no tenía tiempo para invertir en ello), sino que además he aprendido una nueva lengua, el francés, he mejorado el inglés, he conocido gente de toda Europa e incluso de fuera de ella, he roto muchos estereotipos y he crecido mucho personalmente al salir de mi zona de confort. Salir de tu zona de confort puede asustarte, pero ¡no debes tener miedo! Salir de tu zona de confort te hace desarrollar capacidades y competencias que ni siquiera antes te hubieras planteado, te hace mirar el mundo desde una perspectiva más alta y plantearte muchas cosas… Te hace crecer como persona. Y también te puede ayudar a encontrar un trabajo, ¡como a mí! Pues gracias al haber pasado un año entero en Francia y haber aprendido francés, he encontrado trabajo en un hospital como fisioterapeuta, la carrera que estudié en España. ¡Nunca sabes lo que te puede destinar la vida!