El 25 de agosto de 2018 me marché a Gulbene (Letonia) a empezar una aventura.
Los primeros meses fueron raros: gente nueva, paisajes nuevos, idiomas nuevos… era la primera vez que vivía fuera de casa y fuera de España. Al principio se me hizo difícil encontrar actividades que hacer tanto en el trabajo como en mi tiempo libre.
En mi proyecto tuve dos lugares de trabajo: el colegio (Gulbenes 2. vidusskola) donde estuve colaborando con Evita, la profesora de plástica, ayudando con las clases, las decoraciones del centro, etc; y el centro de jóvenes (Jauniešu centrs ,,Pulss’’, en Lejasciems) donde organizaba eventos, jugaba con los niños…
También he podido participar en eventos que otros voluntarios organizaban como en la guardería de mi compañera de piso o el centro de jóvenes de Gulbene (Bāze).
La comunicación al principio fue un inconveniente, sobre todo en el colegio, porque la profesora con la que trabajaba no hablaba nada de inglés y yo no hablaba nada de letón por lo que siempre necesitábamos que algún alumno nos tradujera y no era fácil encontrar alumnos que supieran (o quisieran) hablar inglés. Pero poco a poco y gracias a las clases de letón empecé a entenderla (aunque hablarlo me costara más).
Con el tiempo fui encontrando mi lugar en el trabajo, cogiendo confianza con mis compañeras de piso y el resto de voluntarios de Gulbene, aprendiendo letón y mejorando el inglés, aprendiendo a entenderme con mi mentora, conociendo más y más gente, viajando…
Los seminarios fueron de gran ayuda. En septiembre tuve mi ‘on arrival training’ y en enero el ‘mid term training’. En ellos pude conocer a voluntarios y voluntarias de muchos países distintos, cada uno con un proyecto y unas ideas diferentes que me sirvieron de inspiración y motivación. Además, con ellos pude viajar tanto por Letonia como por otros países a lo largo de mi voluntariado.
¡Sin duda la experiencia ha merecido la pena!
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