En mi experiencia voluntariado en Finlandia infinidad de cosas han ocurrido entre los últimos copos de nieve que aún persistían cuando llegué en Abril, y los primeros que se amontonaban cuando ha llegado la hora de volver a casa o, mejor dicho, a mi otra casa.
Es ahora cuando empiezo a escribir cuando, por fin, las voy asimilando y puedo explicarlas mejor…
Mi experiencia voluntariado en Finlandia se puso en marcha en marzo, cuando localicé en la página web una plaza vacante en Eskola, un pequeño pueblo en Finlandia. Se trataba de una experiencia voluntariado en Finlandia de 9 meses en un colegio y guardería, en el país que todo el mundo tiene por referente en este ámbito…
¡¿Quién podía decir que no?! Así que en Abril estaba viajando a la aventura y empezando a conocer dónde había aterrizado. Y mi compañera se uniría unos meses después.
Eskola es una pequeña comunidad en medio del bosque, de unos 300 habitantes, que lleva buscando alternativas a la despoblación que estaban sufriendo, como muchos pueblos en otros países, desde que cerraron su colegio por falta de alumnos.
Lejos de resignarse a ello, decidieron poner en marcha ellos mismos un proyecto que permitiese seguir teniendo niños en la escuela y mantener el pueblo vivo, lo cual les ha supuesto ser nombrados dos veces pueblo del
año en Finlandia nada más y nada menos.
Y es aquí donde entramos en juego los voluntarios. En cuanto llegamos, pasamos a formar parte de este comunidad y a echar un mano donde fuese posible, aunque la mayoría del tiempo fue en la guardería con los más peques y no tan peques (en Finlandia los niños no empiezan preescolar hasta los 6 años).
Allí participábamos en todas las actividades con ellos, sobre todo centradas en la naturaleza (¿he dicho ya que estaba en medio del bosque?) y
proponíamos todas aquellas que se nos ocurrían y podíamos llevar a cabo nosotras (música, manualidades, juegos…).
También podíamos asistir en mi experiencia voluntariado en Finlandia a las clases del cole con los más mayores y participábamos en el evening club, donde les ayudábamos con los deberes y organizábamos más juegos.
Además, pudimos visitar otros colegios para hacernos una idea más general del sistema educativo.
Cuando no estábamos en el trabajo, el tiempo libre lo dedicábamos a pasear por este bosque de cuento de hadas, a ir a clases de tejer, de finés y yoga ofertadas en el pueblo, o a ir a visitar a todos aquellos que nos lo ofrecían, porque la gente del pueblo nos acogió como a dos hijas nuevas más.
Y como no… Viajar y vivir experiencias nuevas con gente nueva: sauna, avanto, esquí, auroras boreales, Laponia, Santa Claus, renos, un baño en el océano Ártico, kilómetros y kilómetros de nieve… En fin, naturaleza.
Fue en los encuentros de EVS y ahora, cuando más reflexionas sobre todo lo vivido y sobre lo afortunada que me siento pudiendo contar con este tipo de proyectos que permiten desarrollar todas esas habilidades de la educación no-formal. Una experiencia que, sin dudarlo, recomendaría a todo el mundo.
Tenemos otras plazas en Finlandia ahora disponibles en 2019:
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