Casi sin darme cuenta llevo dos meses en Rumanía. Viviendo, sintiendo, aprendiendo y disfrutando.

Todo empezó este verano, había oído hablar de algo llamado SVE, un amigo lo había hecho pero no tenía mucha más información. Estaba en un momento que necesitaba salir de mi ciudad, sentir que estaba viva, sentirme útil, tener nuevas experiencias. Fue entonces cuando navegando por internet descubrí un proyecto que me llamó la atención: Trabajar con niños en un hospital durante 5 meses en Rumanía. Volvían a aparecer las siglas EVS.

 

Me puse en contacto con “Building Bridges” y me facilitaron todo tipo de proyectos e información. E incluso me dieron los datos de contacto con esta organización en Arad. Fue todo muy sencillo e intuitivo. Desde aquel primer momento que me planteé salir de España y ser voluntaria hasta ahora han pasado unos meses. Pero en la maleta que empecé a llenar con ilusiones, esperanzas y expectativas y que hace dos meses me traje a Arad, también había hueco para todo lo que he ido aprendiendo, no sólo el curso de idioma, la mejora del inglés o los cursos que estoy recibiendo, sino también para el trabajo en equipo, el desarrollo personal, el autoconocimiento y las relaciones interpersonales.

 

Estoy fuera de mi ciudad, ni siquiera me he planteado a cuantos kilómetros, porque aquí me estoy sintiendo como en casa. Mis compañeros de piso son de diferentes países, cada uno con sus costumbres pero hacemos de manera colectiva un gran equipo. Compartir habitación te enseña respeto hacía las cosas de los demás y te obliga a establecer una comunicación tanto verbal como no verbal muy fluida.

 

Mi experiencia actualmente es muy positiva, necesitaba en mi vida algo así. No sé como seguirá pero para mí, hoy por hoy, ser voluntario en otra ciudad europea es 100% recomendable.

Escrito por Laura Ledó Orriach, voluntaria en Arad

Judit de SVE en Lituania

Roberto en voluntariado europeo en festival artístico de Bulgaria

Descubriendo Rumania

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