Hace ya 11 meses que me adentré en la aventura del Cuerpo Europeo de Solidaridad sin saber muy bien qué esperar. Acababa de acabar el máster de profesorado y quería irme a Francia a vivir durante un año. Así mismo, decidí buscar una oferta me permitiera vivir en este país a la vez que ganaba algo de experiencia en el ámbito de la educación y este programa lo tenía todo. Dicho y hecho. En julio encontré la oportunidad y a primeros de septiembre ya estaba con mis maletas hechas, en un tren camino a la ciudad de Nimes, en el sur de Francia.
Al llegar me recogió mi tutora en la estación y me acompaño unos cuantos metros hasta la residencia donde viviría los próximos meses. Además de a ella esa primera semana conocí al resto del equipo de la asociación coordinadora (Maison de l’Europe de Nîmes) y a otras voluntarias que fueron llegando poco a poco a la ciudad. En total éramos unas 12 repartidas por diferentes centros de la ciudad y alrededores. En mi caso mi proyecto principal sería en un centro de formación profesional en Marguerittes (pueblo al lado de Nîmes) llamado Purple Campus. Sería aquí donde pasaría la mayor parte de mi proyecto, compartido en ocasiones con la Maison de l’Europe.
Tardé solo un par de semanas en encontrar mi sitio en este nuevo ecosistema. Me sentí enormemente bien acogida por los profesores del este colegio y poco a poco fui asumiendo nuevas tareas. Estas consistían principalmente en ayudar en las clases de idiomas (de español y de inglés), presentar mis culturas y oportunidades de movilidad, practicar conversación con los alumnos, ayudarles con sus presentaciones, llevar a cabo juegos de rol, Kahoot!s… Además, de vez en cuando acompañaba y participaba en otros proyectos del colegio, incluso me invitaron un día a cocinar con los alumnos de cocina. Al final empecé yo misma a organizar algún proyecto como una actividad de origami o un concurso de tortilla. De Purple Campus aprendí muchísimo, tanto de los alumnos como de los profesores, y gracias a esta experiencia descubrítambién estos centros denominados CFA (Centre de Formation d’Apprentis) y su tipo de educación tan particular, no existente en España.
Por otra parte, también estuve colaborando a lo largo del año en muchas actividades de la Maison de l’Europe con el resto de voluntarias. Aquí organizábamos y ayudábamos en eventos como Fórums de Movilidad, jornadas de idiomas, talleres en colegios e institutos, cafés lingüísticos y culturales, cursos de iniciación al español… Hasta grabamos una vez un programa de Radio. De aquí aprendí mucho más sobre la educación no formal y sobre todo del funcionamiento de este tipo de proyectos y asociaciones.
Como mi trabajo era tan variado, la verdad es que no había una semana igual a la anterior. Tuve que ser muy flexible así con mis horarios, que muchas veces no conocía hasta la misma semana. No obstante, esto también me permitía organizarme yo misma y trabajar desde casa cuando no tenía activades presenciales en el colegio o la asociación. Por otra parte, mi colegio no estaba exactamente en la ciudad de Nîmes. Me hacía falta desplazarme, pero el pueblo sí estaba muy bien comunicado. Iba la mitad de los días en coche con mi tutora (15 min) y la otra mitad en Tram desde el centro de la ciudad (25 min). Además, me pagaban el trasporte y muchos días tenía la oportunidad de comer gratuitamente en el restaurante del colegio, en el que los alumnos de cocina practicaban. Falta decir también que, aunque no fuera estrictamente necesario, obviamente mis conocimientos previos de francés me ayudaron bastante a adaptarme en el este país. Igualmente, diré que muchas de mis compañeras vinieron sin ninguno y es increíble lo mucho que aprendieron en tan solo unos meses.
Me llevo así de este año tantas cosas. He aprendido muchísimo y he ganado muchísimas experiencias, pero sin duda lo que más me llevo es lo bien acogida que he estado, tanto en la asociación como en el colegio, y sobre todo con el resto de los voluntarios (de la ciudad y de fuera). Aunque en un principio Nimes pareciera una ciudad pequeña y sin vida, es el grupo que haces (voluntarios, asistentes de idiomas, Au Pairs y algún francés que otro) lo que se convierte en tu nueva familia. Además, gracias a los seminarios conoces a un montón de gente majísima que vive lo mismo que tú en otras ciudades y también con ellos conectas e incluso puedes viajar. Muchos viajes hemos hecho juntos este año y alguno que nos quedará.
Si miró ahora mismo un año atrás, no sabía que esperar. Pero seguro que ni en sueños hubiera imaginado una experiencia como esta, con sus altos y sus bajos, sus alegrías y sus penas, pero sobre todo con una maleta de vuelta llena de recuerdos inolvidables y gente por todas partes a la que nunca olvidar.