«Existen muchas razones para participar el en Cuerpo Europeo de Solidaridad, muchas de las cuales se pueden encontrar fácilmente en línea a través del portal europeo de juventud o en sitios web de asociaciones involucradas. Es un programa ideal para probar cosas nuevas, para fomentar tu desarrollo laboral y personal en oficios y actividades que están fuera de tu círculo: en resumen, para encontrar tu camino. No obstante, el CES también puede ser muy útil cuando ya sabes lo que quieres pero te falta algo, ya sean conexiones, recursos, facilidades geográficas o simplemente un colchón sobre el que apoyarte. Por ello, no me gustaría escribir pensando en aquellas que son el público «ideal» para estas oportunidades, que tendrán muchos otros testimonios similares para leer, sino para las personas que piensan «uf, quiero hacerlo, pero creo que esto no es para mí», o «no me lo puedo permitir», o «no es el momento».
Parto de mi experiencia porque entre estas frases anteriores me encontraba yo. En verano de 2024 había ya participado en varios proyectos de corta duración organizados dentro del marco Erasmus+ y me había cruzado con algunas personas que habían hecho un ESC anteriormente. Siempre tuve curiosidad, y los proyectos de corta duración se me estaban quedando efectivamente cortos, pero nunca tenía más que los meses de verano o semanas sueltas para dedicárselo a este tipo de proyectos. Cabe mencionar que me dedico a los idiomas: soy traductora y profesora de español e inglés. Pasados este punto, yo ya había comenzado mi camino laboral: hice el programa de asistentes de lengua del Minsiterio de Educación después de la carrera y ya estaba dando clases de Lenguas Modernas en una universidad extranjera con un contrato temporal de dos años, y abandonar un empleo asalariado ya no era algo que estuviese en mis planes. La única manera para mí de participar en un voluntariado era que tuviera sentido con mi recorrido académico y profesional. Idealmente, quería fusionar lo que había aprendido todos estos años en educación no formal en un entorno más académico.
Encontré por pura casualidad un anuncio interesante en la newsletter de YesEuropa, que fue una de las primeras asociaciones de las que supe y donde acabó trabajando un amigo que conocí en otro proyecto en Italia – el mundo Erasmus es un pañuelo, ya lo sabemos. Desde el minuto uno, parecía que la propuesta estaba hecha para mí, y eso que era difícil cumplir con lo que yo buscaba: algo en mi campo, dentro de mis disciplinas e intereses, y en un lugar donde quisiera vivir. Aquí entra en escena la gran protagonista de mi experiencia como voluntaria: una pequeña ciudad cerca de los Alpes.
Por diferentes motivos y circunstancias, sin ser yo la persona más esotérica del mundo, siempre había sentido que esa ciudad tenía algo magnético conmigo. Uno de los factores principales a tener en cuenta a la hora de elegir un proyecto de voluntariado es el lugar concreto en el que vivirás y el lugar concreto en el que trabajarás. Pueden no ser el mismo lugar. He conocido a muchos y muchas voluntarias que están aisladas en pequeños entornos rurales (¡lo cual es genial, si es lo que buscas!) y esto ha acabado por tener un impacto negativo en sus oportunidades de ocio y vida diaria. A no ser que haya muchos más voluntarios cerca, puede ser una experiencia difícil de manejar, sobre todo si no te facilitan un medio de transporte. Podría escribir largo y tendido sobre esto, pero se puede resumir fácilmente en: 1. tienes que saber lo que tú necesitas y 2. tienes que saber qué te puede ofrecer el proyecto que estás mirando. Conocer los límites de lo que pueden ofrecer es muy importante, al igual que conocer los tuyos.
Me siento increíblemente afortunada por haber hecho el ESC donde lo he hecho; no solo he vivido en una ciudad que me encanta, donde es normalmente muy difícil y caro encontrar alojamiento, sino que las condiciones de vivienda, ocio y transporte han sido excelentes. El lugar de trabajo ha sido exactamente lo que necesitaba en este momento. No obstante, sin duda lo mejor de todos estos meses ha sido poder compartilo con los amigos que he hecho en el país y que ahora forman parte de mi vida, y con las compañeras que he tenido: tres chicas increíbles de países diferentes con las que he vivido, reído, cocinado, llorado, trabajado, viajado y un largo etcétera más. Este último punto nada puede asegurártelo, solo queda tirarse a la piscina, pero cuando ocurre es un gran plus.
Corrí un riesgo al hacer un voluntariado, con proyecciones de que fuese una manera de empezar algo en el lugar al que iba. No quería que fuese una experiencia más, una ida y vuelta. Yo quería quedarme. Por suerte mis expectativas y deseos se cumplieron, así que no sé si puedo ser del todo objetiva, pero el sostén institucional de las asociaciones que orbitan alrededor de este programa, respaldadas por los fondos europeos, han sido indudablemente el pegamento de esta oportunidad; yo solo tuve que alargar la mano y cogerla. Ojalá que muchas manos más la disfruten.»
Andrea