Experiencia del Cuerpo Europeo de Solidaridad

Experiencia de Clara en Francia

Así que si dudas con 18, lánzate, y con veintimuchos… lánzate con mayor motivo.

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Mi experiencia

Me resulta imposible resumir este año. Bueno, claro, puedo hacerlo, pero es la clase de experiencias que sólo se entienden del todo desde dentro. Hablamos de un año en otro país, con una misión distinta a lo que siempre hayas hecho, con gente nueva y en una situación muy particular que no es ni estudio ni trabajo. Yo llegué a París con un acuerdo de un año con Compagnons Bâtisseurs. Tenía 26 años, largos. Ya había hecho un Erasmus en Polonia, sabía lo que era vivir sola, había estudiado algo de francés y también había trabajado, y nada de esto era necesario para que me aceptaran, pero sí fue relevante en cómo encajó todo para mí.

¿Que puede ser igualmente enriquecedor o increíble si te pilla unos años antes o si es la primera vez que vives solo, por ejemplo? Sin ninguna duda. Pero cuento esto porque haber tenido otras experiencias antes no le resta encanto a un voluntariado del CES (no es lo mismo que un Erasmus como estudiante, aunque puede que haya parecidos razonables), y ser ‘un poco más mayor’ puede ser interesante y llevarte a darle otra vuelta de tuerca. Así que si dudas con 18, lánzate, y con veintimuchos… lánzate con mayor motivo. En mi caso, durante el verano de 2023 pedí una excedencia en mi puesto de trabajo – periodista en prensa escrita– y entre Yeseuropa y mi nueva asociación de acogida lo arreglamos todo. Antes de mediados de septiembre me estaba instalando (con ayuda de Yasmina, la responsable de voluntarios) y comencé a conocer el barrio en el que iba a vivir o los talleres de la asociación. Sobre todo, aquel en el que desarrollé la mayor parte de mi misión, el ‘atelier’ de Bobigny.

 

No te voy a mentir, tuve suerte. El primer mes suele ser el más difícil en un sitio nuevo, pero yo tenía un par de amigas en la ciudad, y eso me dio equilibrio (y me ayudó a no desestabilizarme demasiado cuando unos meses más tarde, pasé entré en una mala racha en lo personal). Pude conocer a la gente nueva tranquilamente y comenzar a cultivar amistades sin prisa, pero también disfrutaba del tiempo sola, podía llamar a casa y a mis amigos en España o me apuntaba a algún plan o cumpleaños invitada por personas que ya sabían por dónde se movían. Mi consejo es que busques tu equilibrio: tu misión no lo es todo, salir de fiesta o empacharte de museos, tampoco. No tienes que hacer todas las amistades y los planes increíbles los primeros quince días. Tómate tu tiempo y disfruta de la incertidumbre y de la variedad según tus gustos. No sé si tiene sentido decirlo así pero, en otras palabras, oblígate a probar alguna cosa nueva… pero permítete acomodarte, porque te quedas un tiempo. Crear tus propias rutinas, tu orden y tu desorden también tiene su encanto. 

 

Pero profundicemos un poco más. Para los que lo desconozcan, Compagnons Bâtisseurs Île-de-France se dedica a la inserción social, pero a través del bricolaje. En la región parisina, esta asociación opera sobre todo en la periferia (si vienes, descubrirás que la verdadera París también está en sus suburbios, y que esta versión menos romantizada es quizás más auténtica), con un puñado de talleres distribuidos en barrios según acuerdos, necesidades y financiación. Estos talleres son de por sí un punto de encuentro para todo aquel que lo desee, y la mayoría abren sus puertas para los que quieran pasar a tomar un café o a pedir prestado un taladro, aunque cada uno tiene su propio carácter, marcado por el entorno o por la manera de actuar de sus animadores técnicos y sociales. Dos de las acciones principales de CB en esta zona son las obras en casas de los habitantes y los arreglos (‘chantiers d’autoréhabilitation accompagnée et dépannages pédagogiques’), ya que permiten intervenir en hogares precarios –las familias pagan sólo un 10% del precio de los materiales– y al mismo tiempo implicar a los habitantes en arreglar ese grifo roto o poner a punto la pared del salón. A veces, era la excusa perfecta para tomarnos un té y ‘hacer’ un poquito de barrio, de vida en común. Aunque también pude trabajar mano a mano o aprender de trabajadoras como Betty, Julie o Léa, con quien realmente aprendí más y pasé más tiempo fue con Kamel, mi principal responsable y el animador técnico de Bobigny. Me integré en su ‘cuadrilla’, en la que solía haber algún becario del equivalente a la FP francesa y otros jóvenes, y al principio no hacía gran cosa más allá de observar y empezar a colocar un poco de suelo o lo que me fuesen mandando, paso a paso. Pero qué gusto aprender algo nuevo, aprender a hacer cosas manuales, yo que había estado casi siempre escribiendo. Además, CB también organiza actividades (de sensibilización para el ahorro de agua y energía, talleres para niños, bricolaje básico) y en algunos casos proporciona apoyo para realizar gestiones y presentar documentación oficial. En este punto fue especialmente útil observar a Kamelia, que en Bobigny ayuda a muchos vecinos que se enfrentan a la terrible burocracia francesa y que no saben presentar papeles o pedir ayudas solos por ser de edad avanzada, de origen extranjero o tener cargas familiares o problemas de salud que se lo dificultan. Recuerdo que hablar en francés me cansaba mucho al principio, y también pasar al inglés (sobre todo en los seminarios) o cambiar de una lengua a otra. Acostumbrarse a los acentos, a las costumbres… El esfuerzo era mayor y las interacciones sociales me agotaban, mi capacidad de trabajo era menor y también mi batería social bajaba más rápido. Pero aguanté el tirón, y la curva de aprendizaje se hizo notar en todos los planos: me costaba menos charlar con los habitantes y los compañeros de asociación, con los amigos, con otros voluntarios. Y creo que eso se reflejó en mi implicación en la misión, me animaba más a participar en los encuentros entre voluntarios y comencé a entender las dinámicas del ‘atelier’ en el que estaba, además de irle cogiendo el truco a pintar una pared o a montar un mueble. Aprender el idioma del sitio me parece vital para que la experiencia sea más completa, así que lo mejor es no acomplejarse y lanzarse a hablar. El que tiene boca, se equivoca. En casi todas las misiones del CES de las que he oído hablar hay picos de trabajo, pero también momentos tranquilitos que puedes aprovechar para descansar o para avanzar en tus proyectos. Pero tienes que mostrar iniciativa, si no, corres el riesgo de aburrirte o hacer sólo lo obligatorio (aunque… ¿quizás te pase como a mí y en algunos casos necesites ese espacio para descomprimir y que la creatividad fluya?)

 

El cambio de aires me sentaba bien, aunque no creas que llegué a aburrirme nunca, pero eso ya es un problema mío. Yo vivía en la ‘Maison de Volontaires’ (MdV), ya que la asociación acordó para mí uno de sus estudios durante el año que duró mi misión. No era muy grande (casi ninguna casa que no tenga un precio desorbitado lo es en París) pero fui muy feliz allí. Vivía sola –un lujo, si me preguntáis–, pero tenía muchos vecinos franceses y extranjeros que estaban en las mismas que yo, con algún voluntariado europeo o a través del programa del ‘Service civique’, aunque luego conocí a otros voluntarios que vivían en una gran casa a las afueras o que vivían por su cuenta. Sea como sea, para mi gusto, el hecho de que te resuelvan la papeleta del alojamiento es uno de los puntos fuertes del programa, ya que de otra forma podría ser un asunto complicado de gestionar en otro país y te permite centrarte en tu misión en mayor medida. Me agobié, me organicé y fui reinventando cosas, haciéndome preguntas. Pero no estoy en estas líneas para ponerme existencialista ni para hablarte de cómo organicé mis lavadoras, si me gustaba la cocina francesa o adónde salía los sábados (aunque si quieres puedes contactar conmigo y trataré de darte alguna recomendación). Los que estábamos en la MdV teníamos un acuerdo por el cual dos horas semanales de nuestro tiempo de voluntariado, no de nuestro tiempo libre, debían ir a una asociación diferente que operase en el barrio, en la que haríamos un ‘bénevolat’ (en francés, el ‘volontariat’ te da medios para mantenerte, aunque no ganes dinero con ello, y el ‘bénevolat’ implica que lo haces de forma totalmente gratuita). A partir de diciembre yo me arreglé con los responsables para servirlas en un café solidario a cinco minutos de mi casa, el T. Kawa. Iba cuatro o cinco horas cada quince días, normalmente los jueves, para optimizar un poco los trayectos en metro y no tener que salir antes de Compagnons Bâtisseurs todas las semanas. El ambiente me gustó mucho. El bar servía toda clase de cafés, tés o chocolates a un euro o poco más (el café era solidario también en el precio) y la idea es que la gente a veces charlaba o compartía mesa aunque no se conociese. Había muchos ancianos, y la mayoría habituales, ya que el café opera al lado de una residencia y para muchos era el lugar en el que pasar las horas y ver a la gente. Aprendí a usar las cafeteras y servía la barra y las mesas, charlaba con los clientes, les preguntaba qué tal su día o si preferían una galleta, un chocolate o un osito de nube. Aunque no todo era idílico, me sentí muy arropada allí y en ocasiones fui fuera de turno como clienta o a las sesiones de monólogos o conciertos que organizaban, aunque no tanto como me habría gustado. El tiempo es limitado, después de todo… 

 

No quiero extenderme mucho más, pero no quiero despedirme sin hablar de mi proyecto personal y del programa Clic, que creo que puede ayudaros a crear y financiar los vuestros porque sostiene a voluntarios del CES con una idea que redunde en beneficio de la comunidad en la que está implicado. Pasaban los meses y entre mi misión principal, los planes y los ratos en el T. Kawa, empecé a darle forma a una idea. Desde CB me habían animado a trabajar en “mi proyecto personal” y yo quería conectar la misión con el periodismo, que era lo que sabía hacer y había aprendido. Al final, decidí lanzarme a un proyecto fotográfico, fotoperiodístico en realidad, sobre la relación entre el hogar y la identidad. Lo empecé a finales de noviembre, pero fue creciendo y evolucionando. Entrevisté y fotografié a diez vecinos de Bobigny con historias vitales y edades diferentes y, en el proceso, descubrí el programa Clic gracias a Adèle, de la asociación nacional, y me animé a organizar una exposición física que acabó por tener dos ‘vernissages’ o inauguraciones, la primera en el Ayuntamiento de Bobigny y la segunda en el propio T. Kawa. La posibilidad de ir a un laboratorio de ideas en Estonia en el mes de abril me permitió intercambiar ideas con otros voluntarios europeos que preparaban circuitos para niños o revistas para voluntarios y matizar lo que a esas alturas no estaba claro en mi propio guion de tareas. Podría decir mil cosas de este proyecto, pero lo fundamental es que sin los contactos que hice en la asociación y de charla en la barra de ese café, el proyecto habría sido más incompleto y más difícil. Sin la UE, no habría podido imprimirlo en grandes planchas y a todo color. Dentro de su humildad, estoy muy orgullosa del resultado, y es un éxito que pude compartir con compañeros y amigos, así que recomiendo plantearse lo del proyecto personal, porque será algo tuyo (cierto es que vas a ser tú el que asuma responsabilidad y tire del carro), pero contarás con ayuda y la oportunidad es buena para ir más allá en tu misión o desarrollar algo que a ti te sirva o te importe. A día de hoy, las fotos impresas en gran calidad y los textos que las acompañan están en manos de CB, y si deseas saber más de mi proyecto, tienes más información aquí. Sin más, si ya te has decidido a dar el paso, te deseo mucha suerte en tu CES. Yo cometí errores y aun así, siento que no cambiaría ni una coma, aunque espero que me haya ayudado a seguir tomando decisiones y a mejorar alguna que otra de cara al futuro. Claro que hubo fallos y situaciones que no me gustaron tanto, o a mejorar, pero no daré jamás lo suficiente las gracias por la alegría de todo lo que esto me ha regalado. Estoy segura de que la tuya también será una experiencia bonita y ojalá hayas optado por una experiencia larga, porque te aseguro que luego los meses vuelan. Que conozcas a mucha gente, que crezcas mucho en lo profesional, pero sobre todo en lo personal y que la disfrutes a fondo. Estoy segura de que no te arrepentirás… Bon courage et bonne aventure!

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