Mi nombre es Lucía, tengo 23 años, soy de Madrid y hace siete meses que tomé una de las mejores decisiones de mi vida. Yo acababa de terminar mi doble grado en Estudios Internacionales y Ciencias Políticas y aún no tenía muy claro que camino quería seguir, solo tenía clara una cosa: quería vivir una experiencia nueva y diferente. Fue entonces cuando, casi de casualidad, oí hablar por primera vez en mi vida del Cuerpo Europeo de Solidaridad. Desde el primer momento supe que era exactamente lo que estaba buscando: había encontrado un modo de vivir y trabajar en el extranjero, de implicarme de forma activa en un proyecto social, de mejorar mi nivel de idiomas y otras competencias y, sobre todo, de crecer de forma personal y profesional.
Así inicié mi aventura trabajando como voluntaria en un centro de promoción sociocultural de Palermo, Italia: el Centro TAU. Mi actividad principal en el Centro TAU consistía en desarrollar actividades de educación formal e informal con niños de 6 a 12 años, participando tanto en la creación de la programación como su posterior implementación. Gracias a esta experiencia he podido mejorar diversas competencias como mi capacidad para trabajar en equipo con personas de otros países y comunicarme con ellos en otra lengua, o mi habilidad para adaptarme a las circunstancias y necesidades de cada uno de los niños con los que trabajaba. Pero sin duda, la enseñanza más importante con la que me quedo después de esta experiencia es la importancia de empoderar la integración de jóvenes y niños como parte activa de nuestra sociedad y, sobre todo, la importancia de fomentar su desarrollo integral -tanto físico, intelectual y emocional- en igualdad de condiciones.
Trabajar como voluntaria en un país extranjero también me ha dado la oportunidad de viajar y sumergirme en la cultura de un país tan especial como es Italia. He tenido la enorme fortuna de vivir en una de las regiones más bonitas del mundo: Sicilia, que me ha maravillado con su rica historia, su increíble belleza natural, su gastronomía y, sobre todo, su esencia de vida. Caminar por el volcán Etna o la Riserva dello Zingaro, escuchar un concierto de música en el Teatro Massimo, bailar en la Vucciria, cantar a pleno pulmón en la curva norte del estadio del Palermo, desayunar un cannolo todos los domingos, ver la puesta de sol en Cafalù o nadar en algunas de las calas más bonitas que he visto en toda mi vida, son algunas de las experiencias que jamás olvidaré.
Pero, por encima de todo, el mayor regalo que me ha dado esta experiencia es, sin duda, la gente que he conocido. He tenido el privilegio de conocer gente de todo el mundo: Francia, Alemania, Bélgica, Rumanía, Turquía… aprender de ellos y vivir juntos momentos únicos. Compartir esta experiencia y apoyarnos en el proceso nos ha hecho convertirnos en una gran familia que aún continúa unida a pesar de la distancia.
En definitiva, realmente quiero recomendar a todos los jóvenes a animarse a participar en los proyectos de voluntariado del CES y vivir esta experiencia. Estoy segura de que no os arrepentiréis.